(1) TORRENTE 5, OPERACIÓN EUROVEGAS, de Santiago Segura.

EL BRAZO TONTO DEL DELITO
El indiscutible éxito de público de la saga Torrente ha permitido que alcance ya su quinta entrega, demostrando que pese al escaso valor artístico de la franquicia protagonizada por el insufrible José Luis Torrente y su séquito de frikis, Santiago Segura ha encontrado una fórmula que atrae a millones de espectadores garantizando así las sucesivas secuelas. No me cabe la menor duda de que el secreto de su supervivencia se halla, entre otros factores, en un delicado equilibrio entre novedad y fidelidad a los orígenes del protagonista y su entorno, basado en la constante reinvención de un prototipo de personaje convertido en paradigma hispano de lo zafio y lo casposo, todo ello vertido en un molde prefabricado bajo la apariencia de un discreto producto industrial que repite una y otra vez los mismos sketches.
Prueba de ello es que cada capítulo ha asumido un (sub)género específico de marco para encuadrar las peripecias vitales del guarro, soez y facha ex-agente de Policía: el berlanguiano relato policíaco en Torrente, el brazo tonto de la ley (1998); la delirante comedia de espías en Torrente: misión en Marbella (2001); la parodia de las películas de guardaespaldas en Torrente: el protector (2005); y el cine de acción de Torrente: lethal crisis (2011). Torrente 5, Operación Eurovegas, a su vez, está inspirado en el thriller delictivo, aquel que narra la organización y ejecución de un gran golpe —generalmente un robo espectacular—, cuyo máximo exponente e indisimulado referente es Ocean’s Eleven (2001), a su vez remake de La cuadrilla de los once (1960).
Sin duda, lo mejor de la película es su ingeniosa contextualización en un Madrid distópico situado unos pocos años en el futuro: tras una larga estancia en la cárcel, Torrente se encuentra en una España convulsa y dividida. Un país del que se ha desgajado una parte (Cataluña) —tema muy en boga, en plena efervescencia independentista catalana—, que ha vuelto a la peseta —el proyecto europeo ha fracasado; Europa comienza en los Pirineos— y donde gobierno (el PP apoltronado en el poder) y el líder de la oposición (Pablo Iglesias, ¡zas, en toda la boca! El PSOE ni está ni se le espera) pactan una nueva reducción del salario mínimo —más receta neoliberal; no tenemos remedio—. La crisis provoca desesperación de tal manera que el ciudadano de a pie suplica el ingreso en la cárcel para garantizar el sustento alimenticio diario y donde algunos símbolos identitarios parecen estar en plena fase de demolición —sensacional el gag que reproduce el célebre final de El planeta de los simios (1968)—.
Indignado ante el grado de corrupción y degradación democrática, Torrente decide dejar de ser un buen ciudadano —léase con sarcasmo— y dedicarse a mangar como cualquier hijo de vecino de este pícaro país, siendo contratado por un villano de opereta encarnado por Alec Baldwin que le propone ejecutar un robo al gran casino Eurovegas —el malogrado proyecto empresarial del PP de Madrid— financiado esta vez por los chinos. A partir de ahí, Torrente 5, Operación Eurovegas es una sucesión de chistes escatológicos y sexuales, a cual más chabacano, que apuntalan un guión escuálido que parece más resultado de la improvisación que de la planificación. Los personajes hace tiempo que abandonaron la vena realista y se caracterizan por su excentricidad, siendo una fauna friki diseñada para el efecto cómico burlesco y no tanto para un humor situacional y/o dialéctico más inteligente.
Eso sí, y como marca de la casa, atentos al largo inventario de cameos de amiguetes famosos introducidos de manera rutinaria a modo de auto-homenaje de una saga que empezó a cansarme en la segunda parte y que todavía ofrece, para mi estupefacción, visos de continuidad a tenor de las excelentes cifras de taquilla obtenidas el primer fin de semana de su estreno.
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