(1) THE EQUALIZER (EL PROTECTOR), de Antoine Fuqua.

VENGANZA, QUE NO JUSTICIA
Proyectada en la ceremonia de apertura de la 62ª edición del Festival de San Sebastián, afortunadamente fuera de concurso, The Equalizer: El protector tiene como único reclamo ser el reencuentro profesional entre Antoine Fuqua y Denzel Washington —quien recibió el Premio Donostia como reconocimiento de su carrera artística— 13 años después de Training Day (2001).
El film, concebido como un indisimulado ejercicio de lucimiento del célebre actor estadounidense, recupera la esencia del thriller ultraviolento de los años 80 protagonizado por Charles Bronson o Chuck Norris. Su puesta al día no implica originalidad alguna, configurando un discreto relato de venganza desarrollada de una manera mecánica y previsible.
The Equalizer: El protector traslada a la gran pantalla la serie homónima ochentera centrada en un ex-agente de inteligencia jubilado que imparte justicia al margen de la ley. Llena de clichés, el film incluye manidos arquetipos como el héroe generoso y comprensivo con el prójimo pero virulento y letal contra sus enemigos; así como los gánsteres ineludiblemente perversos que va eliminando con suma facilidad.
Fuqua hilvana una serie de potentes escenas mezcladas con momentos de calma que apenas enriquecen la narración, coronadas con recursos facilones como la cámara lenta del protagonista mientras camina sin despeinarse cuando explotan edificios a su alrededor.
Realmente, la película es una banalidad en sí misma. Lo único que merece destacarse es la solvente interpretación del mencionado Denzel Washington y de una Chloë Grace Moretz cada vez más crecidita que ya asume papeles menos recatados e infantiles.
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