(1) DRÁCULA, LA LEYENDA JAMÁS CONTADA, de Gary Shore.

VAMPIRISMO SUPERHEROICO
El enésimo retrato cinematográfico del célebre Conde Drácula viene de la mano del debutante Gary Shore en un intento de relatar su origen sobrenatural aprovechándose de la relevancia histórica de Vlad Tepes “el empalador”, el personaje real que inspiró la creación del mito por parte de Bram Stoker a finales del siglo XIX.
Así, Drácula, la leyenda jamás contada narra la trágica epopeya de un príncipe rumano que para detener el expansionismo otomano que amenazaba a su familia, a su reino y al resto de Europa decide sacrificar su vida aliándose con un ser maléfico que habita las entrañas de una montaña tenebrosa de los Cárpatos. El resultado es su conversión en el vampiro más famoso del mundo, dotado de extraordinarios poderes —inmortalidad, fuerza y velocidad sobrehumanas, sentidos agudizados, transformación en una bandada de murciélagos o en un lobo solitario— si bien adicto a la sangre humana. En su nueva condición de monstruo, a pesar de ser incomprendido por los suyos, será capaz de enfrentarse y vencer al ejército otomano, así como saldar cuentas con el sultán Mehmed II, conquistador de Constantinopla.
Partiendo del breve pero intenso prólogo de Drácula de Bram Stoker (1992), al que imita descaradamente en forma y fondo, el film de Gary Shore se deja arrastrar por las dos principales tendencias actuales en Hollywood: la revisión postmoderna de relatos y personajes de ficción clásicos, basada en una esquematización romántica despojada de sus aspectos más violentos e indecentes; y la asimilación progresiva de estructuras discursivas y elementos narrativos propios del (sub)género superheroico.
Así, a rebufo de las sagas Marvel y DC dominantes en la industria USA, Drácula, la leyenda jamás contada elimina la perversidad innata del vampirismo clásico para construir un nuevo paradigma mitológico en el que el vampiro es una suerte de héroe medieval atormentado por su incapacidad para salvar a sus seres queridos, en constante lucha contra sus más sanguinolentos instintos. La domesticación de la a priori siniestra figura vampírica, especialmente a través de deleznables sagas adolescentes de cuyos nombres no quiero acordarme, ha terminado derivando en una exótica película de superhéroes.
Esta aproximación a Drácula es, por tanto, efímera y olvidable. Y no solo porque falla la mezcla entre el pretendido contexto histórico realista y unos sucesos terroríficamente ficticios, sino porque el relato en sí es de una superficialidad insultante, debilitado por un guión simplón y unos personajes carentes de la mínima entidad. La inversión en efectismo digital, logrando algunas destacables escenas, apenas compensan la pobreza conceptual y narrativa de una cinta condenada a la menudencia.
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