(3) EL NIÑO, de Daniel Monzón.

EL ESTRECHO DE LA DROGA
El esperado regreso —precedido de una apabullante campaña de marketing respaldada por la todopoderosa Mediaset— de Daniel Monzón a la gran pantalla, tras su claustrofóbica y desgarradora Celda 211 (2009), es quizás uno de los eventos cinematográficos más importantes de la temporada. Y puede decirse que no ha decepcionado en absoluto, ya que si la citada película renovó los códigos narrativos y estilísticos del thriller recibiendo el aplauso tanto de la crítica como del público y el reconocimiento de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España —8 premios Goya—, la presente cinta supone un auténtico aggiornamento del género de acción patrio que, sazonado con no poco tinte noir, retrata el fenómeno del narcotráfico —inevitable no recordar Grupo 7 (2012), de Alberto Rodríguez— en un nuevo territorio fílmico inexplorado hasta la fecha: el Estrecho de Gibraltar, 14 km de mar de gran trascendencia geo-estratégica por ser la frontera natural entre África y Europa y albergar el último vestigio del antiguo Imperio Británico.
Inspirada tangencialmente en hechos reales, El niño aborda el problema del contrabando y los esfuerzos de la policía por combatirlo. Desafiando la autoridad de los capos locales, tres chavales de apenas 20 años deciden montárselo por su cuenta y se introducen en el mundo del narcotráfico como si de un juego se tratase, mientras un grupo de agentes investiga y persigue una peligrosa red criminal que introduce cada año toneladas de droga en nuestro país.
Salvo una innecesaria concesión a la taquilla bajo la forma de un previsible y convencional romance juvenil, El niño es un film sólido y consistente, narrado con intensidad y con un notable grado de realismo. La cinta atesora la agilidad del cine USA sin caer en la hipertrofia hollywoodiense, describiendo con verosimilitud los ricos detalles tanto de las formas de actuar del mundo del hampa como del trabajo cotidiano de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Ambos bandos, por tanto, están perfectamente descritos incluyendo una didáctica explicación de intenso tráfico de personas que cruza diariamente la frontera que separa Marruecos de Ceuta. Todo ello enriquecido con personajes tridimensionales, ambiguos, que evolucionan conforma avanza la historia, magníficamente interpretados por un destacable plantel de actores: los veteranos —Luis Tosar, Eduard Fernández, Sergi López— encarnan policías experimentados enfrentados a un posible caso de traición entre sus filas mientras dedican cuerpo y alma al caso; los jóvenes —Jesús Castro, Jesús Carroza, Saed Chatiby— dan vida a esos audaces aprendices de traficantes que osan menoscabar el negocio de los peces grandes de la zona.
Daniel Monzón apuesta también por el espectáculo, demostrando que no está reñido con el verismo. Las persecuciones entre lanchas y helicópteros son de las mejores escenas de acción del cine Made in Spain, sin nada que envidiar al cine estadounidense. El niño se consolida, así, entre el entretenimiento propio del cine más comercial y el toque “de autor” del un cine más personal. Ese es el camino.
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