(2) YVES SAINT LAURENT, de Jalil Lespert.

EL ATORMENTADO ICONO DE LA MODA
Si hay algo que explique la atracción actual por escenificar la vida y obra de un personaje famoso en la gran pantalla es, sin duda alguna, la necesidad de revelar las contradicciones, los defectos o el conflicto interior existente en el/la protagonista. Más que la adulación por sus aportaciones en cualquier campo de la actividad humana o por sus virtudes personales, existe un componente morboso en la contemplación de sus vicios, sus obsesiones y sus debilidades. No puede evitarse cierto tono hagiográfico en personalidades consagradas, pero la mayoría de las biografías cinematográficas utilizan como reclamo las intimidades más reprochables para atraer al público y sacar provecho económico de ello.
Perdonadme por esta introducción reflexiva, pero Yves Saint Laurent, discreto biopic dirigido por el actor, guionista y director francés Jalil Lespert, avala mi opinión sobre la deriva sensacionalista del género biográfico contemporáneo. Todos conocemos la importancia de YSL en el mundo de la Haute couture e incluso el Prêt-à-porter, cualquiera es capaz de nombrarlo para referirse a una conocida marca de ropa y complementos. ¿Pero y su inestable vida privada, su fogosa vida sexual, su trastorno maniaco-depresivo diagnosticado? Carnaza para espectadores incautos.
Basada en la biografía novelada de la periodista Laurence Benaïm, Yves Saint Laurent retrata, por un lado, la exitosa trayectoria artística del prestigioso modista y, por otro, su atormentada existencia interior, aplacada en parte por el amor de su vida, su fiel compañero y colaborador Pierre Bergé, figura indispensable para entender la creación y el apogeo del imperio textil que todavía hoy lleva su nombre.
La mayor parte del metraje narra diversos episodios de su éxito empresarial, con reiteradas imágenes de pases de modelos, y los claroscuros de su faceta humana, con frecuentes infidelidades y crisis nerviosas. Pero apenas se incluyen apuntes sobre su labor creativa, sus influencias, sus rutinas productivas. Ni se hace demasiado hincapié en la incidencia social y cultural de sus diseños más provocadores. Es decir, no hay un estudio o un análisis de su obra, ni se plantea el alcance de su arte.
Por el contrario, hay abundante material sobre sus incesantes escarceos con el alcohol, las drogas y las malas compañías. Vivencias retratadas con cierto recato pero sin omitir los incidentes más escabrosos que hicieron tambalear su relación con Bergé. Aspecto, este último, que destaca por encima de todo: Yves Saint Laurent muestra la desdicha de un genio que, a pesar de alcanzar la gloria, no supo encontrar la estabilidad emocional con el hombre de su vida. Pierre Niney —que hace cuatro días hizo de veinteañero seducido por una mujer madura en la discreta comedia 20 años ni importan (2013)— realiza una digna labor en su personificación del diseñador, mientras que Guillaume Gallienne —responsable del éxito francés Guillaume y los chicos, ¡a la mesa! (2013)— le da convincente réplica como el más centrado Bergé. La química entre ambos es la mayor virtud de una propuesta que, desde el punto de vista narrativo, adolece sin embargo de ritmo irregular y falta de intensidad.
A pesar de la notable reconstrucción de la época, partiendo de una sobria pero elegante puesta en escena, la película no puede desprenderse de cierto tono telefílmico, con un tratamiento academicista, monótono y recatado, que contrasta con la esencia del personaje que introdujo el riesgo y la innovación dentro del clasicismo estético propio de la Casa Dior.
En definitiva, Yves Saint Laurent es un entretenido pero convencional biorelato que no destaca por cimentar un retrato poliédrico del personaje representado, decantándose por una visión un tanto maniquea y superficial del mismo.
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