(1) HÉRCULES, de Brett Ratner.

MITOLOGÍA DE ANDAR POR CASA
Las encarnaciones de Hércules en la gran pantalla gozaron de gran popularidad durante la década de los 60, época gloriosa del péplum. Sin embargo, ahora nos llegan numerosas versiones que resultan bastante decepcionantes, a pesar de disponer de avances técnicos que permiten recrear de forma apabullante un universo antiguo, mágico y misterioso habitado por seres legendarios. La anterior a la que me refiero en esta crítica es la penosa Hércules: el origen de la leyenda (2014), un fracaso comercial sin paliativos que sintetizaba todos los tópicos y convencionalismos del género en una trama que alcanzaba cuotas insultantes de simpleza.
Al célebre hijo de Zeus no le sientan bien las versiones postmodernas de sus fabulosas andanzas. La presente lleva la firma de Brett Ratner, un aplicado pero insípido artesano estadounidense que adapta sin pena ni gloria la novela gráfica Hercules: The Thracian Wars de Steven Moore.
Hércules nos presenta una versión ya consolidada del susodicho personaje como héroe griego, cuando ya ha completado con éxito sus famosos 12 trabajos en penitencia por haber matado a su mujer y a sus hijos en un ataque de locura provocado por la celosa diosa Hera. Y lo hace cuestionándose el origen divino del protagonista y de todas sus hazañas, mostrando su faceta más humana y vulnerable. Rodeado de un equipo de valientes mercenarios, recorre Grecia prestándose a los más variados servicios a cambio de dinero.
Este es, quizás, el elemento más carismático de esta discreta película sobre la famosa figura mitológica. El resto son escenas bélicas mil veces vistas y endebles subtramas que tratan, infructuosamente, de enriquecer a los personajes. Dwayne Johnson asume el papel protagonista, intentando darle a su personaje un trasfondo psicológico de mayor enjundia —trauma no superado por la pérdida de su familia, mala conciencia por su condición de guerrero sin causa justa— pero, inevitablemente, acaba resaltando más su poderoso físico que sus limitadas dotes interpretativas.
Se agradece, pese al origen gráfico de la historia, una estética diferente al manierismo visual de 300 (2006), ajustándose a un simpático blockbuster realizado con profesionalidad pero sin derroche creativo. Para los nostálgicos del cine histórico de aventuras ambientadas en la antigüedad greco-latina.
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