(1) EL AMOR ES UN CRIMEN PERFECTO, de Arnaud y Jean-Marie Larrieu.

EL PROFESOR CHIFLADO
Aunque a algunos críticos les haya gustado, confieso mi decepción ante este thriller franco-suizo que adapta la novela Incidences (2010) de Philippe Djian y que erige como protagonista a un seductor profesor de Literatura de la Universidad de Lausanne, incapaz de reprimir sus impulsos criminales. Pero si en Psicosis (A. Hitchcock, 1961) Norman Bates era víctima de un turbio complejo de Edipo, aquí Marc parece patológicamente afectado por un lejano trauma infantil y por las relaciones incestuosas que mantiene probablemente con su propia hermana. Y aunque resulta evidente que Mathieu Amalric no posee el glamour de Cary Grant en la hitchcockiana Sospecha (1941), sus dotes para enamorar aparecen al mismo nivel, especialmente con sus alumnas.
De los hermanos Arnaud y Jean-Marie Larrieu, uno de ellos manejando la cámara y el otro dirigiendo a los actores, sólo se estrenó en Valencia la sugestiva Pintar o hacer el amor (2006) y su nueva película no es un film noir a la americana ni un clásico relato de suspense sino una intelectualizada intriga criminal, carente de violencia explícita, que debe no poco a sus orígenes literarios con el privilegiado punto de vista de un protagonista cuya esquizofrenia y asesinatos aparecen sugeridos por unas oportunas elipsis narrativas justificadas por una mente trastornada propensa a una amnesia selectiva. Por eso el relato, en apariencia, tiene las características de un cuento infantil (casita en el bosque, nieve, madrastra celosa, lobo, etc.) aunque trastocado todo perversamente por lazos amorosos y contactos sexuales.
La película resulta, pues, bastante desconcertante y no sólo por la ausencia de explicaciones lógicas y de motivaciones psicológicas sino porque no acabamos de ensamblar coherentemente todos sus elementos, desde unos lujosos y modernos escenarios a unos personajes insuficientemente definidos, desde una trama rebuscada a unos diálogos algo artificiosos y desde una Naturaleza de tarjeta postal al tono sombrío de los acontecimientos.
Está también ese “culturalismo” típicamente francés que aquí se traduce en abundantes citas literarias y en el fragmento de La edad de oro (Luis Buñuel, 1930) como muestra de la importancia del inconsciente en la expresión surrealista. En El amor es un crimen perfecto no hay razones sino pulsiones; no hay juicios sino deseos. En este film cualquier percepción naturalista deriva inevitablemente hacia la ambigüedad e incluso hacia la abstracción.
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