(1) BAIKONUR, de Veit Helmer.

CHATARRA ESPACIAL
Del alemán Veit Helmer (Hannover, 1968) sólo habíamos podido ver la discreta Tuvalu (1999), su debut en el largometraje, habiendo desarrollado su carrera en labores de guionista, productor, realizador de documentales y de ficción además de dedicarse a la enseñanza del cine.
Lamentablemente, Baikonur (2011), pese a reunir aportaciones financieras de Alemania, Rusia y Francia, constituye un cuento que, aunque forjado con abundantes elementos de fantasía e imaginación, incluso con pretensiones poéticas, acaba rozando el puro disparate por un exceso de ingenuidad y de simpleza.
La película narra las actividades de un joven que vive en un pequeño poblado del Asia Central, cercano a la base rusa de “Baikonur” —desde la que se lanzó al astronauta Gagarin—, y que se dedica a la recogida de chatarra procedente de los cohetes que caen a la tierra. La novedad reside en su inesperado encuentro con una rica y guapa turista espacial francesa, de la que se enamora perdidamente.
Ante las numerosas debilidades de su guión, poco puede aportar la música de Goran Bregovic, colaborador habitual en los filmes de Emir Kusturica.
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