(3) MI AMIGO MR. MORGAN, de Sandra Nettelbeck.

UN AMERICANO EN PARÍS
De la alemana Sandra Nettelbeck nada hemos sabido desde aquella entrañable Deliciosa Martha (2001), una carencia probablemente atribuible al capricho de los distribuidores, que tampoco han tenido escrúpulos a la hora de cambiar el título original Mr. Morgan’s Last Love por Mi amigo Mr. Morgan.
El film, una coproducción de capital mayoritariamente germano aunque de espíritu francés, fue rodado en diferentes localizaciones europeas y durante el otoño para lograr una fotografía de tonos crepusculares que se adecuara a la historia narrada. Se trata de una adaptación, bastante libre, de la novela La dulzura asesina de Françoise Dorner, dando lugar a una película de fuerte carácter dramático, aunque con toques de comedia romántica, que lo debe casi todo a ese excelente actor que es Michael Caine así como a una elegante y delicada puesta en escena que evita, pese a su carga melancólica, toda concesión a la sensiblería.
Mi amigo Mr. Morgan presenta al viejo profesor de filosofía estadounidense Matthew Morgan, que en el libro es de nacionalidad francesa, afincado en París, viudo y deprimido, hasta que encuentra casualmente a Pauline, una vitalista maestra de baile que pone remedio a su soledad y que despierta sus ganas de vivir. Conflictos paterno-filiales, los inconvenientes de la ancianidad, la fragilidad afectiva en el matrimonio, la irreparable pérdida de una esposa enferma y el choque entre dos culturas con cuestiones abordadas por este relato que, sobre todo, muestra la delgada línea que separa a veces una entrañable amistad del sentimiento amoroso, porque entre el jubilado y la muchacha lo que predomina es la ternura sin sexo, una relación que lamentablemente acaba derivando a un desenlace determinado por un artificioso giro del guión.
Hay algunos planos generados por la imaginación o la memoria de los personajes evocando situaciones que responden a su fantasía y no a la realidad y, una vez más, un disparatado doblaje, ilógico cuando se debería hablar necesariamente en inglés, convierte en ridículas la escena de la pequeña tienda de comida y la de la alumna particular de lengua.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.