(3) EN UN PATIO DE PARÍS, de Pierre Salvadori.

UNA COMUNIDAD DE VECINOS
Este octavo largometraje, posiblemente el mejor del estimable guionista y realizador Pierre Salvadori, ubica el relato en un patio de vecindad perteneciente a un bloque de antiguas viviendas en una gran ciudad —sin especificar que sea París—, símbolo de un microcosmos social en el que destacan dos personajes: Antoine (Gustave de Kervern), el conserje del edificio, un antiguo músico que está huyendo de sí mismo, y Mathilde (Catherine Deneuve), una de las inquilinas, una jubilada inestable cuya angustia va derivando en depresión.
El film posee momentos de comedia “a la francesa” que se va transformando perceptiblemente en un drama de gran calado humano aunque con un final abierto a la esperanza que apela a la necesidad de los afectos y a la superación de los miedos paralizantes.
Me parece que algunos comentaristas se han quedado en la cáscara de la película al tildarla de demasiado melodramática y costumbrista y al asegurar que exagera la presencia de toxicómanos y de locos sin percibir que es el resultado de una mirada hiper-realista que muestra el generalizado e insoportable malestar contemporáneo ante el que buscamos la evasión a través de los paraísos artificiales o el refugio en universos quiméricos. Destaca especialmente la humanidad y complejidad de los personajes como resultado de un magnífico guión y de una buena dirección de actores, sin fáciles concesiones a la galería.
En un patio de París muestra, pues, un catálogo de miserias humanas, de esa infelicidad individual y colectiva que se traduce en adicciones y pánico, en obsesiones y soledad, como testimonio preocupante de la época que vivimos, como náufragos supervivientes, en ciudades que se les aparecen como inhospitas e insolidarias. La grieta en la pared es la metáfora de algo que se está rompiendo en los individuos, en las parejas, en los hogares. La cita del texto de Kafka es oportuna para subrayar el dilema entre la huida del mundo que nos avasalla y la exigencia de una responsabilidad personal. Y la maqueta del moderno barrio con sus habitantes nos remite a Edward Hopper, el pintor del aislamiento y de la banal cotidianeidad.
Antoine, el gran perdedor, nos señala sin embargo el camino de salida a través de la empatía, la comunicación y la compasión. En suma, una película mucho menos superficial de lo que muchos creen.
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