(3) BELLE, de Amma Asante.

LAS PARADOJAS DE LA ESCLAVITUD
Son ya muchas las películas realizadas sobre la esclavitud y los conflictos raciales —la mayoría de ellas desde una óptica crítica y progresista— siendo una de las primeras Fugitivos (Stanley Kramer, 1958) y una de las últimas 12 años de esclavitud (Steve McQueen, 2013). A este grupo hay que añadir ahora Belle, un melodrama “de época” a favor del abolicionismo inspirado en un caso real, el de la mulata Dido Elizabeth Belle, como atestigua un cuadro de 1779 en el que fue retratada junto a una prima.
El atractivo del film no sólo reside en su cualidad de alegato contra la esclavitud y el clasismo en la Inglaterra del último tercio del siglo XVIII sino también en sus valores propiamente fílmicos —rigurosa planificación, magníficos actores, excelentes diálogos, bellos paisajes y escenarios, riqueza de conceptos, control de emociones, etc.—, los de un relato que debe no poco en sus aspectos sociales y afectivos a las virtudes testimoniales de las novelas de Jane Austen y al melancólico romanticismo de los libros de las hermanas Brontë.
Belle es la protagonista de este film, encarnada por la joven actriz Gugu Mbatha–Raw como hija “ilegítima” —huérfana de madre, una esclava negra de las colonias— de un almirante de la Royal Navy que es llevada por su padre a vivir en la mansión de su aristocrática familia británica, aunque colocada en una ambigua situación de identidad determinada tanto por su privilegiada ascendencia paterna como por el oscuro color de su piel, siendo excluida por ello de muchas de las actividades habituales de sus parientes.
En el reparto destacan además, como más conocidos, Tom Wilkinson, Miranda Richardson y Emily Watson, cuyos personajes trazan —junto a muchos otros— un documentado panorama sobre la intolerancia y prejuicios de las clases altas del momento, sobre los usos amorosos propios de la nobleza y de los ricos terratenientes —importancia de la dote femenina en los matrimonios concertados, puritanismo oficial de las costumbres, situación subordinada de las mujeres, etc.— y sobre la polémica desatada entonces entre partidarios de la esclavitud —fundamental en muchos negocios y especialmente en las explotaciones agrícolas— y los abolicionistas, seguidores de las nuevas ideas igualitarias del Siglo de las Luces y de la moral libertaria de la Ilustración.
Elemento clave fue el cambio legislativo en torno a la servidumbre —los esclavos eran tratados como simple mercancía y privados de todos sus derechos civiles— propiciado en aquellos años por un famoso pleito entre una compañía de seguros y una naviera, desde uno de cuyos barcos dedicados al transporte de cautivos africanos fueron lanzados al mar, por escasez de víveres, 142 hombres encadenados que perecieron. No mucho tiempo después, en l807, el Parlamento británico prohibió el comercio de esclavos y en 1833 decretó su completa emancipación y su equiparación con los blancos a efectos de ciudadanía.
Muy acertada la música de Rachel Portman, a la que se han añadido fragmentos de F. W. Haendel y de J. S. Bach, aunque por aquel entonces el barroco ya había dejado paso al estilo neoclásico.
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