(3) BEGIN AGAIN, de John Carney.

MÚSICA REDENTORA
John Carney, exbajista de la banda irlandesa The Frames, decidió un día dedicarse al cine debutando como director en un drama juvenil titulado On the Edge (2001) que no llegó a estrenarse en Valencia. Pero fue su segundo largometraje, el valioso musical Once (2006), el que impulsó su carrera cinematográfica, narrando las peripecias vitales de dos músicos —Glen Hansard y Markéta Irglová— que se enamoran en las calles de Dublín, gracias a una extraordinaria banda sonora —obtuvo un Oscar a la mejor canción original Falling Slowly—, a una sobria pero funcional puesta en escena y a una factura indie que lo alejaba de los aparatosos musicales herederos de la época dorada de Hollywood. Por primera vez en mucho tiempo, el género daba signos de vida y no pocos nos preguntábamos si sería flor de un día o sería el germen de su renovación. Parece ser que nadie ha sabido o querido recoger su testigo, pues el cine cantado apenas tiene actualmente presencia en las carteleras, salvo honrosas excepciones como la reciente Los miserables (2012), de Tom Hooper.
El éxito de Once, sin embargo, abrió las puertas de la industria USA a Carney, quien demuestra una vez más ocho años después su peculiar visión sobre la música como eje argumental del relato fílmico, revelándose como un autor que se cuestiona la naturaleza y la esencia de un género en desgarradora decadencia y le dota de personalidad propia.
En Begin again, el realizador irlandés emplea una estructura dramática convencional —la redención de un veterano promotor en plena crisis personal y profesional inspirado por el talento de una principiante dolida por una reciente ruptura sentimental— sobre la base de una de las más añejas tradiciones del musical —la épica de levantar una producción contra viento y marea—, pero lejos de caer en el melodrama de Ha nacido una estrella (1954) nos encontramos aquí con una optimista, amable y luminosa fábula humanista sobre las segundas oportunidades y el poder redentor de la música, cuyas canciones pop aportan moderadas dosis de alegría y buen rollo, junto a comedidos e inevitables aportes de conflictos amorosos.
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