(2) UNA CITA PARA EL VERANO, de Philip Seymour Hoffman.

UN PASEO EN BARCA EN CENTRAL PARK
La traducción literal del título original del film es Jack va a pasear en barca y es adaptación de una obra teatral off-Broadway de Robert Glaudini, en cuya representación escénica ya había participado Philip Seymour Hoffman (1967-2014), el excelente actor estadounidense (Esencia de mujer, Boogie nights, Happiness, Capote, La duda, etc.), recientemente fallecido por sobredosis de heroína, que aquí debuta en la dirección además de encarnar al protagonista Jack y de participar en la producción.
El film, ambientado en Nueva York, centra su atención en personajes corrientes habitando ambientes ordinarios y sumidos en experiencias cotidianas. La literatura y el teatro de EE.UU. ya se habían ocupado de esta gente corriente desde mucho tiempo antes pero en el cine —dominada la industria por la fábrica de sueños hollywoodense— este gris universo humano había irrumpido con posterioridad. Los antecedentes habría que buscarlos en el cine independiente USA, desde Marty (Delbert Mann, 1955), con guión del gran Paddy Chayefsky, a la mayor parte de la filmografía del relevante John Cassavetes, cultivador junto a otros cineastas del llamado “nuevo realismo americano”.
Una cita para el verano es, pues, un retrato amargo y cruel de unos personajes vencidos por la frustración y el miedo, la baja autoestima y el dolor, la inseguridad y la rutina, con dificultades para lograr un trabajo estable y satisfactorio. Lo que llama la atención en esta ocasión es la mirada valiente y desprejuiciada del narrador, libre de las trabas de la censura de antaño, que ya puede insinuar o mostrar abiertamente las intimidades sexuales o la afición a las drogas de los personajes.
Se evita, no obstante, que la película acabe catastróficamente y vemos a Jack intentando superarse (natación, cocina, un nuevo trabajo y posibilidad de afianzar sus lazos amorosos y de amistad) y viviendo un desenlace esperanzado con el verano y el anhelado paseo en barca como metáfora de la felicidad en una época cálida, luminosa y acogedora.
Pero si los actores y actrices rayan a gran altura, no puede decirse lo mismo de la realización de Philip Seymour Hoffman, que se muestra incapaz de dominar todos los recursos expresivos del relato cinematográfico. Repite los planos medios y a veces estanca la narración para subrayar las miserias psicológicas y morales de los personajes, pudiendo percibirse la repetición de situaciones y la falta de matices dramáticos en determinados momentos.
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