(2) LOCKE, de Steven Knight.

VIAJE A TRAVÉS DE LA NOCHE
Steven Knight es un prestigioso guionista británico que debutó como realizador con la, al parecer, mediocre Redención (2012) y que ahora nos sorprende con Locke, una road movie introspectiva de especiales características: un solitario personaje —Ivan Locke, encarnado por Tom Hardy, presente en El caballero oscuro: la leyenda renace (2012) de Christopher Nolan—, un único escenario —el interior de un coche cuya conocida marca alemana habrá ayudado a financiarla seguramente—, una escueta duración de 85 minutos y una filmación mayoritariamente en estudio, con una acertada fotografía que simula muy bien el desplazamiento por la autopista, con sus luces y reflejos.
La originalidad del film quizás se deba no sólo a la voluntad de construir un relato de autor minimalista sino, con toda probabilidad, a las limitaciones de presupuesto y, sobre todo, a que el intérprete sólo estaba disponible durante 15 días para el rodaje. La decisión que tomó el director fue presentar al protagonista —un exitoso jefe de obras— como conductor, a lo largo de toda una noche, que de repente es agobiado por una serie de problemas que ponen en serio peligro su estabilidad profesional, familiar y personal, resolviendo el desarrollo de la trama exclusivamente mediante conversaciones telefónicas “manos libres” desde el automóvil e introduciendo algunos soliloquios evocadores o reflexivos. Los diálogos se suceden sin interrupción en tres direcciones: con el personal de un gran edificio cuya construcción él ha abandonado repentinamente, con sus familiares —esposa e hijos— y con una ex amante casual que está pariendo un hijo suyo y a la que está yendo a visitar en un hospital.
La singularidad formal de la película puede despertar el interés del espectador —aunque hay otras de similar estructura narrativa— pues requiere buenas dosis de imaginación a la hora de utilizar los recursos expresivos pese a que algunas situaciones y conflictos resulten demasiado artificiosos, como la motivación moral altruista del viaje, abandonando importantes obligaciones laborales y hogareñas, lo que afecta a su verosimilitud.
El guión, por su peculiaridad, habría podido adaptarse fácilmente al teatro o la radio sin necesidad de cambiar su “mensaje” : el camino como una metáfora de la incursión hacia el interior de sí mismo, la lucha contra las adversidades de la vida y la victoria final lograda gracias a la inteligencia y la voluntad.
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