(1) REENCONTRAR EL AMOR, de Lisa Azuelos.

UNA PASIÓN PROHIBIDA SIN CONSUMAR
La guionista, directora y productora Lisa Azuelos es nieta de emigrantes catalanes afincados en Francia e hija de la actriz y cantante Marie Lafôret y de su segundo marido, un empresario marroquí. De ella sólo hemos podido conocer las dos versiones de Lol, la discreta francesa y la pésima estadounidense, realizadas respectivamente en 2008 y 2012. La podemos ver como actriz en Reencontrar el amor —titulada simplemente Un encuentro en la V. O.— encarnado a la esposa del protagonista. El film relata, en esencia, el flechazo y el romance —exclusivamente sentimental, con pulsiones sexuales reprimidas— entre Pierre, un abogado casado, y Elsa, una escritora recién divorciada, ambos con hijos, interpretados respectivamente por François Cluzet (el minusválido de Intocable) y la seductora Sophie Marceau (ya presente en el reparto francés de Lol).
La película nos muestra la pasión amorosa como fuerte tentación, arrolladora pero superable, frente a la rutina conyugal aunque recurriendo en exceso a los lugares comunes propios de muchas comedias románticas agridulces, llenas de situaciones que aquí parecen una copia de los superficiales amoríos entre adolescentes, todo ello a modo de homenaje —un plagio en versión postmoderna— al famoso drama británico Breve encuentro (1946) de David Lean. Un argumento, pues, visto hasta la saciedad en el cine y que se ha intentado actualizar mediante recursos formales como la pantalla dividida, situaciones imaginadas, conversaciones vía electrónica, montaje entrecortado y planos seudo-poéticos.
Podemos contemplar en esta ocasión un peculiar relato tele-novelesco aliñado con cierto espíritu masoquista y con dispersas citas culturalistas, aunque lo peor de todo es que nunca se logre encontrar esa necesaria línea que distinga lo natural de lo inexpresivo y lo cotidiano de lo banal. Se nota que Lisa Azuelos se encuentra muy a gusto en este decepcionante film —una de cuyas mayores virtudes es su reducida duración de 80 minutos— que transmite al espectador ese aroma conservador y moralizante propio del buñueliano “discreto encanto de la burguesía”.
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