(3) EL EXTRAORDINARIO VIAJE DE T. S. SPIVET, de Jean-Pierre Jeunet.

EL PELIAGUDO CAMINO HACIA LA MADUREZ
Con las películas de Jean-Pierre Jeunet pasa como con las de Woody Allen o las de Pedro Almodóvar: o te gustan o te desagradan, no existe término medio. Ya sea por su peculiar estilo, su temática habitual o simplemente por el grado de simpatía que despierta, hay directores con los que congenias y otros con los que no. Yo me declaro seguidor del realizador galo, siendo plenamente consciente de la irregularidad de su filmografía.
Desde su fascinante Delicatessen (1991), con su rebuscada y axfisiante estética, hasta la emotiva Amélie (2001), hermoso relato que oscila entre lo cotidiano y lo extravagante, Jeunet ha desarrollado un reconocible sello formal caracterizado por la fragmentación narrativa, la mezcla de realidad y fantasía, la inserción de planos poco convencionales y el uso de abundantes recursos visuales y sonoros en post-producción. A quienes no les convenza esta barroca visión cinematográfica nunca disfrutarán de su obra. Por el contrario, quienes aprecien su singular mirada fílmica lo considerarán siempre un artista dotado de una prodigiosa personalidad, cuyo éxito ha estimulado la eclosión de numerosos imitadores.
Basada en la novela de Reif Larsen Las obras escogidas de T. S. Spivet, El extraordinario viaje de T. S. Spivet insiste en su conocida fórmula comentada anteriormente, elaborando un sofisticado y emotivo relato humano en torno a las andanzas de un pequeño superdotado de 10 años que recorre Estados Unidos para recoger el premio de un concurso de ciencias. Una road movie de manual que trata sobre el viaje iniciático, tanto físico como psicológico, de un niño traumatizado por la accidental muerte de su hermano y con angustiosas dudas sobre su lugar en una familia tan excéntrica como entrañable.
Una vez más, nos encontramos con una bella fantasía de colores saturados, resueltos encuadres y enérgicos movimientos de cámara, multitud de imágenes y sonidos incorporados que añaden dinamismo a la narración, marca de la casa.
Lástima que Jean-Pierre Jeunet se decante por una resolución lacrimógena, en contraste con un desarrollo rebosante de imaginación, en el que se fuerzan cambios de actitud y comportamiento de personajes y se reparan fugazmente malentendidos y reproches en pro de la unidad familiar.
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