(2) OPEN WINDOWS, de Nacho Vigalondo.

VOYEURISMO DIGITAL
El director cántabro Nacho Vigalondo salta el charco para dirigir su primer largometraje en inglés, el tercero de su breve filmografía. Una meteórica carrera que, tras la estimable Los cronocrímenes (2007) —ciencia-ficción hispana low cost— y la simpática Extraterrestre (2011) —delirante comedia de enredo en un contexto apocalíptico—, demuestra la valía de un joven realizador capaz de superar convencionalismos y explorar nuevos caminos dentro del encorsetado cine de género.
En un nuevo cambio de rumbo, Vigalondo configura en Open Windows un híbrido entre el thriller neohitchcockiano y el film de acción depalmiano que aborda el poder de Internet en la sociedad actual, la ausencia de intimidad en una época de eclosión de la omnipresente cámara digital, la innata condición de voyeur del ser humano y el fenómeno de la fama bajo el reinado de las redes sociales.
Su singularidad formal estriba en contar la historia íntegramente a través de la pantalla de un ordenador, siendo un gran número de ventanas emergentes, correos electrónicos, enlaces e imágenes transmitidas desde cámaras de seguridad los principales recursos estilísticos de los que Vigalondo se sirve para introducir al espectador en una oscura trama criminal.
El protagonista es Nick Chambers —interpretado por un Elijah Wood que le ha cogido gusto a rodar para el cine español—, un fan confeso de la actriz Jill Godard —a la que da vida la ex estrella porno Sasha Grey— que está a punto de estrenar su última película. El joven recibe un correo electrónico en el que se le acredita como ganador de un concurso, por el que cumplirá el sueño de conocer a la popular intérprete. Pero Nick comienza a ver en su ordenador extrañas imágenes de ella. Dichos vídeos parecen estar emitiéndose en directo, en diversos lugares en los que se encuentra la joven. Será entonces cuando un psicópata se ponga en contacto con él, haciéndole partícipe de un macabro juego en el que la vida de la muchacha y la suya propia se pondrán en peligro.
El punto de partida de Open Windows es muy sugestivo: la violación de la intimidad a través de la tecnología es un delito cada vez más extendido gracias al desarrollo de la informática, la telefonía móvil, Internet y las redes sociales. Y el reciente caso de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense a destacados líderes mundiales publicado en los MMCC lo corrobora: nunca ha sido tan fácil espiar a las personas. La curiosidad inocente de Nick se va tornando complicidad culpable al dejarse llevar por una placentera agresión a la intimidad de la joven que pronto se desborda en una vendetta personal de un fanático seguidor. En ese sentido, el film empieza siendo una actualización de La ventana indiscreta (1954) pero deriva en una persecución a lo Cary Grant en Con la muerte en los talones (1959).
Sin embargo, el barroquismo de la maquinación, los sorpresivos giros argumentales y la saturación de información pueden acabar rompiendo la suspensión de incredulidad del público asistente, echando por la borda una excelente primera parte en la que se describe un caso paradigmático de acoso de un incondicional a su admirado famoso. La trama posterior, con identidades cruzadas, piratas informáticos colaboracionistas, persecuciones por las calles de Austin (Texas, USA) y relevaciones finales acaba devaluando una película al nivel de fugaz pasatiempo con el que pasar el rato en estas calurosas tardes estivales.
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