(2) EL AMANECER DEL PLANETA DE LOS SIMIOS, de Matt Reeves.

HOGAR, FAMILIA, FUTURO
Concebida bajo el contexto de la Guerra Fría, la película de Franklin J. Schaffner El planeta de los simios (1968) trascendió inesperadamente su naturaleza de discreto pasatiempo (serie B) a la categoría de obra clásica de la ciencia-ficción por su impactante desenlace. Lejos de narrar triunfalmente la exploración y la conquista humana del espacio sideral, tal y como parecía al principio, el film pronosticaba la hecatombe de la Humanidad debido a su tendencia autodestructiva, ya que todo sucedía en nuestro planeta en un futuro lejano. ¿Y qué mejor que reflejarla que esa inquietante imagen de la Estatua de la Libertad semienterrada en la arena de la playa, mientras que el personaje de Charlton Heston maldice desesperado y furioso a los responsables del invierno nuclear?
Su irrefutable éxito generó una de las sagas más fecundas de la historia de Hollywood, si bien las cuatro entregas posteriores nunca alcanzaron el interés ni la repercusión del título fundacional. A pesar de su potencial para construir metáforas sobre nuestro devenir, ésta acabó desgastada por la mecánica repetición de su fórmula y la ausencia de innovaciones que mantuvieran su vigencia. El insípido remake de Tim Burton en 2001 hizo un flaco favor a los frikis seguidores de la cinta original.
Ello explica que la revisión de la franquicia, en forma de precuela, de El origen del planeta de los simios (2011) nos pusiera en alerta. Sin embargo, el film de Rupert Wyatt fue un valioso entretenimiento que, si bien cambiaba las causas del cataclismo que provoca la casi extinción del ser humano y el ascenso de los simios en la escala evolutiva, permanecía fiel al espíritu del film primigenio y sorprendía por el uso racional de los efectos especiales, reservados a la creación hiperrealista de los simios protagonistas, entre ellos el maravilloso César. Este reboot consiguió, por tanto, lo más difícil: recuperar el interés por una saga que había caducado hacía no pocos decenios.
El amanecer del planeta de los simios parte del final de la entrega anterior, en el que la triunfante revuelta emprendida por César libera a sus congéneres. Ahora esta especie viven en un mundo donde el ser humano está en decadencia, lo que permite su progreso cultural. Humanos y simios conviven en una precaria paz, mantenida por un simio sensato y pacifista como César y un humanista tolerante como el viudo Malcolm, que finalmente es interrumpida por un simio vengativo llamado Koba y por algún humano tan imprudente como necio.
Afortunadamente, El amanecer del planeta de los simios conserva muchas de las virtudes de su antecesora. Si algo demostró Matt Reeves con Monstruoso (2008) y su infravalorado remake de Déjame entrar (2010) es que sabe aprovechar cualquier premisa para desarrollarla en su terreno, alejado del tradicional blockbuster. Técnicamente intachable, el film muestra mucho, explica poco y deja al espectador que encaje las piezas de la historia. En determinados momentos, el tono y la narrativa de esta película remiten al antiguo cine de aventuras mezclado con temáticas y lugares comunes del viejo western.
Pero el gran activo de esta película, sin el cual no sería posible su consistencia, es la labor de Andy Serkis para dotar de humanidad al mono protagonista. Los personajes creados por ordenador no solamente se integran perfectamente en la imagen junto a los actores reales, sino que llegan a alcanzar una mayor importancia. El amanecer del planeta de los simios configura un certero retrato de César en su papel de líder que guía a sus semejantes hacia la supremacía. Hogar, familia y futuro. Eso es lo que les da a los suyos. Aún a costa de la supervivencia humana.
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