EUROPEOS EN HOLLYWOOD (III)

FRITZ LANG
El 25 de Marzo de 1933, Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda de Hitler, cita a Fritz Lang en su despacho. Lang es por aquel entonces, muerto Murnau dos años antes, el cineasta alemán más prestigioso, con éxitos tan sonados como la primera película sobre el Dr. Mabuse (1922), Metrópolis (1927) o M, el vampiro de Düsseldorf (1931), ya sonora. Lang acude a la cita con recelo, porque se acaba de retirar de los cines, a los dos días de su estreno, El testamento del Dr. Mabuse (1933), su segunda película sobre el personaje, prohibida por el ministerio al que ha sido citado.
Cuál sería su asombro cuando un sonriente Goebbels le explica los motivos de la censura del film (el malvado Dr. Mabuse muestra actitudes identificables con la ideología nazi), y tras pedirle disculpas, le ofrece el cargo de Director General de Cinematografía, que conlleva tomar las riendas de los estudios UFA, entonces los mayores del mundo, propiedad del gobierno, donde empezaría inmediatamente el rodaje de una biografía de Guillermo Tell. “Pero Vd. debe saber que mi madre es de ascendencia judía“, dijo Lang, que lo último que querría es entrar en el engranaje nazi. “¡Nosotros decidimos quien es judío y quien no!“, replicó Goebbels.
Tras prometer una pronta respuesta, Lang salió del despacho y aquella misma noche tomó el tren a París. Ya no volvería a Alemania hasta 1958, para rodar en la República Federal El tigre de Esnapur (1959) y La tumba india (1959), sus penúltimos trabajos.
Esta anécdota se la contó el propio Lang a Peter Bogdanovich, pero parece ser que se dejó llevar un poco por su desbordante imaginación. También le dijo que, como los bancos estaban ya cerrados cuando salió del Ministerio, no pudo sacar su dinero y se llevó las joyas de su mujer, Thea von Harbou, guionista de éxito y, ella sí, metida de hoz y coz en el nazismo. Thea fue la guionista de todos los films de Lang desde 1920, en solitario o en colaboración con él. Parece confirmado que tardó todavía unos días en salir hacia el exilio y en cuanto a las joyas, como Thea se había cansado de sus infidelidades y no vivían juntos, es de suponer que las tendría ella.
Tras rodar en París una adaptación de Liliam (1934), la comedia del húngaro Ferenc Molnár, con Charles Boyer, que pasó sin pena ni gloria, marchó a Hollywood contratado por la Metro Goldwin Mayer (MGM), donde tras dos años sin conseguir interesar a los productores con sus proyectos, consiguió al fin rodar Furia (1936), una de sus mejores películas de la etapa americana, un duro alegato contra la violencia, el rencor y la venganza, con un magnífico Spencer Tracy.
Más allá de la duda (1956) y Mientras la ciudad duerme (1956) serían sus últimos trabajos en Hollywood. Entre ambas y Furia, 20 películas más, todas rayando a gran altura, e incluyendo seis o siete obras maestras del género negro, pero en esos veinte años Fritz Lang no consiguió, como Billy Wilder, integrarse en el mundillo hollywoodense.
Digámoslo de una vez: Lang debía ser muy antipático; altivo, excéntrico (usaba monóculo), pedante, distante. Hemos leído en alguna parte que a la mayoría de los actores les caía fatal e incluso se mostraban reacios a trabajar con él. No es de extrañar que los estudios, a pesar de que su dirección era una garantía de calidad en el producto acabado, empezaran a darle un poco de lado. Y para colmo, el Comité de Actividades Antiamericanas del senador Mc Carthy andaba investigándolo.
Así las cosas, cuando un estudio alemán le ofreció trabajo, no es extraño que liara el petate y cruzara de nuevo el charco para iniciar una nueva etapa en la vieja Europa. Desgraciadamente, se estaba quedando ciego. Tras las ya citadas solo pudo rodar Los crímenes del Dr. Mabuse (1960), tercera entrega sobre el siniestro personaje.
En sus últimos años disfrutó de la admiración y el reconocimiento de la joven crítica europea. En Cahiers du cinèma estudiaron al detalle toda su obra deshaciéndose en elogios. Godard le hizo una entrevista y lo incorporó como actor a El desprecio (1963), basada en la novela de Moravia, con Brigitte Bardot y presidió el jurado del festival de Cannes en el 64.
Regresó a Estados Unidos y murió en Los Ángeles el 2 de Agosto de 1976.
No es fácil escoger cinco películas de su producción americana, porque como ha quedado dicho, solo entre los thrillers cuenta con seis o siete obras maestras, así que vamos a quedarnos con las tres que preferimos, para lo cual nos vemos obligados a descartar peliculones como la ya citada Furia, Solo se vive una vez (1937), Perversidad (1945), Secreto tras la puerta (1947), Gardenia azul (1953) o Mientras la ciudad duerme (1956)… a las que sumaremos un western y una de aventuras, más que nada para demostrar la versatilidad de este austro-húngaro, que como tal combatió en la I Guerra Mundial -fue herido y condecorado- aunque después prefiriera considerarse alemán.
Por orden cronológico:
1.- La mujer del cuadro (1944). A pesar de emplear el recurso facilón del sueño (cuando peor se le están poniendo las cosas al protagonista -un soberbio Edward G. Robinson- se despierta y descubre, y los espectadores con él, que todo ha sido una pesadilla), la película funciona perfectamente dentro de la tradición del mejor cine negro y el final, una vez despierto el personaje, está resuelto con una buena dosis de humor. La belleza de Joan Bennet en su época de plenitud iluminó ésta y otras tres películas del maestro.
2.- Encubridora (1952). Quizás no sea uno de los mejores films de Lang, ni siquiera el mejor de sus westerns, pero la vi hace muchos años y me gustó, recordaba una pelea en una barbería como una de las mejores del oeste y una divertidísima carrera en el saloon, con rudos vaqueros montados por chicas de alterne que no sabemos cómo pasó la férrea censura de la época. La he visto varias veces después y aun reconociendo que el reparto, con la excepción de Arthur Kennedy, no es el más adecuado para un western (Marlene Dietrich y Mel Ferrer), aguanta bien el paso de los años y ofrece un más que notable empleo del color para la época.
3.- Los sobornados (1953). Para mí la mejor película de Lang en Hollywood y uno de los diez mejores films negros de la historia del cine. No deja de ser paradójico que un género tan típicamente estadounidense tenga entre sus mejores representantes a directores europeos: Lang, Preminger, Siodmak. Pero no adelantemos acontecimientos, ya les llegará su turno. Ahora estamos -perdón, estoy- con Los sobornados, película dura -la bomba en el coche, el café hirviendo lanzado al rostro de Gloria Grahame- contada con precisión matemática y con una modélica utilización del fuera de campo en la escena de la explosión. De visión obligada.
4.- Los contrabandistas de Moonfleet (1955). La descubrí tarde, me parece recordar que no la he visto nunca en una sala de cine, y también recuerdo que no me entusiasmó en esa primera visión. Puede que influyera el hecho de que su protagonista, Stewart Granger, no me ha gustado nunca. Como en La isla del tesoro, con la que tiene muchas cosas en común, es un muchacho el desencadenante de toda la acción. También se trata de una obra dura, tremendamente cínica, con unos malos inmorales pero divertidos, interpretados por Viveca Lindfors y George Sanders. Gana mucho en sucesivos pases, procurad verla más de una vez.
y 5.- Más allá de la duda (1956). Originalísimo guión, con sobresaltos dosificados y sorpresa final. No puede considerarse cine negro al cien por cien, se encuadra más bien en el subgénero de cine policial / judicial y por si algún lector que no la conozca tiene ocasión de verla, no voy a revelar nada sobre su argumento. Está interpretada por una pareja que no son, ni él ni ella, santos de mi devoción, pero (no sé si es mérito de Fritz Lang o qué), aqui funcionan: Joan Fontaine y Dana Andrews.
2 comments
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Gran articulo sin dudas, es una autentica fortuna para las nuevas generaciones poder disfrutar aun de la obra de este genio gracias a la magia de Internet.
Magnífico y exquisito análisis de las obras más emblemáticas de Friedrich Christian Anton Lang, uno de los grandes cineastas de la historia del cine cuyo trabajo no caerá en el olvido.