(3) SOLO LOS AMANTES SOBREVIVEN, de Jim Jarmusch.

EL HASTÍO DE LA INMORTALIDAD
Que uno de los últimos poetas cinematográficos contemporáneos, adalid del admirado cine indie USA, dirija una película de vampiros puede parecer una intolerable traición a su trayectoria previa, o al menos una estrafalaria ocurrencia. Pero nada más lejos de la realidad, pues no nos encontramos ante el típico film de género terrorífico, atiborrado de su convencional parafernalia, sino ante un peculiar ensayo filosófico sobre estos fascinantes seres sobrenaturales, auténticos yonkis de la hemoglobina, que reniega de la versión puritana y casquivana de los últimos años, cuya cúspide del maltrato la ostenta la olvidable Saga Crepúsculo.
Sólo los amantes sobreviven, por el contrario, transmite con lúcida y diáfana sagacidad la esencia del chupasangre sempiterno, reflejando el tedio pero también la fascinación de la inmortalidad y su efecto principal en el protagonista: el hastío existencial. Aquí la melancolía y el pesimismo se consagran como las actitudes más inteligentes ante un mundo avocado inevitablemente a la autodestrucción, siendo los humanos los verdaderos monstruos por su peligrosa apatía y por su nociva ignorancia.
Ocultos durante siglos entre las sombras, los viejos amantes Adán y Eva muestran signos de cansancio ante una existencia mortalmente aburrida. Él vive en un decadente Detroit —la antaño próspera capital del automóvil vive desde hace lustros un intenso proceso de ruina y despoblación— y ella en un exótico Tánger. Su único aliciente es el Arte en sí, concretamente la música y la literatura. La profunda depresión y el creciente asqueo del primero provocarán su reencuentro en la ciudad estadounidense. Al poco tiempo la hermana de ella aparece, amenazando la estabilidad de la pareja.
Y poco más. Un sector de la crítica reprocha su escuálido argumento, su ritmo pausado y la concatenación de “tiempos muertos” que pueden llegar a exasperar al incauto espectador. ¡Bienvenidos a la filmografía de Jim Jarmusch, amigos! Como decía anteriormente, Sólo los amantes sobreviven no es una trepidante historia de terror vampírico con abundante efectismo digital, sino una lánguida crónica de la inmortalidad en la que lo destacable no es lo que acontece sino la introspección psicológica de los protagonistas, condimentada con un punzante y agudo sentido del humor.
La obra de Jarmusch asombra, además, por tres detalles de gran calidad. El primero es una magnífica banda sonora que mezcla con destreza el clasicismo con la música underground, los sonidos de raigambre árabe con el rock psicodélico. El segundo es la fotografía, cuyo responsable otorga notoriedad al color convertido en un elemento identificador de lugares y personajes. Y el tercero son los actores que dan vida a éstos: Tom Hiddleston y Tilda Swinton realizan una sólida recreación de dos no-muertos en crisis aunque representan, en un deliberado guiño irónico, lo mejor del ser humano: la cultura, la equilibrada relación entre el intelecto y los sentimientos, la fuerza de la imaginación y la capacidad de prosperar incluso en la adversidad.
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