(3) THE INVISIBLE WOMAN, de Ralph Fiennes.

EL PESO DE LA MORAL VICTORIANA
Ralph Fiennes tuvo un discutido debut como director de cine en Coriolanus (2011) aunque inmediatamente le encargaron la adaptación de un libro biográfico sobre Charles Dickens (1812-1870) que Claire Tomalin había escrito en 1990. El film está contado mediante un gran flash-back, a partir de los recuerdos de Ellen “Nelly” Ternan durante los ensayos de una representación teatral escolar dickensiana en 1885. Ahora ya con una familia estable, Nelly evoca sus 18 años, cuando sólo era una modesta actriz y cautivó al famoso novelista británico de 46 años, casado con Catherine durante 22 años en los que proporcionó diez hijos al matrimonio, decidiendo abandonar el hogar, separarse de su esposa —la rutina había sustituido al amor— y mantener una relación oculta con la hermosa joven.
The invisible woman presenta varios atractivos: no hay excesos melodramáticos, excluye toda intención moralizante y evita caer en la qualité esteticista que lastra a tantos biopics. Aquí una cámara descriptiva planea sobre los actores mientras la iluminación y muchos de los encuadres nos remiten a la pintura más característica del siglo XIX. Tanto la novela, supongo, como la película aportan una buena documentación sobre la época: las novelas primero se editaban mediante entregas (capítulos) en las revistas literarias y por ello gozaban de un enorme seguimiento popular; la labor de reformador social que Dickens ejercía mediante conferencias y la captación de recursos en favor de una clase obrera sumida en la miseria y la incultura, así como los problemas afectivos de los personajes —debidos tanto a diferencias de clase como al corsé de las instituciones familiares y sociales—, como se puede comprobar en una de sus novelas de madurez —Grandes esperanzas, 1861— en cuya versión cinematográfica de Mike Newell en 2012 intervino el propio Ralph Fiennes como actor.
Si convincente está Ralph Fiennes como Charles Dickens, no menos brillante aparece Felicity Jones en el papel de Ellen “Nelly” Ternan como amante “secreta” del escritor, una relación que se mantuvo hasta la muerte de éste a pesar de que él solía regresar regularmente a su casa para visitar a su esposa y a su abundante prole. En este aspecto, huyendo de todo esquematismo, se muestran las dudas y contradicciones del protagonista, aprisionado entre la discreción y el escándalo, entre el amor y la cobardía, entre la libertad y el miedo a los rumores condenatorios.
The invisible woman ha contado con un magnífico vestuario, fieles decorados de época y espléndidos paisajes, pero su mayor valor reside seguramente en la riqueza y alcance de sus contrastes y referencias autobiográficas: el novelista rico y famoso que no puede prescindir de sus recuerdos como niño y adolescente sumido en la miseria o el hombre rodeado de familiares y acosado por los admiradores que no puede superar la sensación de soledad. En Gran Bretaña fue aquella una era romántica —la apoteosis de los sentimientos— ahogada por la presión de la puritana moral victoriana.
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