(3) EL HIJO DEL OTRO, de Lorraine Lévy.

CRUCE DE DESTINOS
Esta producción francesa es el primer largometraje que nos llega de los tres realizados por Lorraine Lévy, una directora teatral y guionista televisiva de origen judío pero de convicciones ateas, que le sirve para hacer una nueva llamada en favor de la paz entre israelíes y palestinos, esta vez mediante una trama que se desarrolla en torno al intercambio accidental, debido a un error hospitalario en pleno bombardeo, de dos bebés nacidos al mismo tiempo, con la particularidad de que uno de ellos es hebreo (Yacine) y el otro cisjordano musulmán (Joseph). Cuando la confusión es descubierta, los niños ya están en edad militar y lo sucedido llena de angustia a sus respectivos familiares. ¿Qué hacer?
No es la primera película que plantea la cuestión de la identidad personal, vinculándola a razones biológicas o más bien culturales, genéticas o de entorno hogareño, señalando las circunstancias que suelen determinar la adscripción de un ser humano a un concreto grupo nacional, racial o religioso. Dialogada en cuatro lenguas —hebreo, árabe, francés e inglés—, El hijo del otro evita toda tentación melodramática para decantarse hacia una dimensión humanitaria y racionalista. Incluso su trasfondo político está reducido al máximo y se limita a una breve reflexión sobre ocupantes y ocupados, sobre dominadores y dominados.
Un alegato, pues, contra el odio y la intolerancia realizado con gran corrección formal y que tuvo un rodaje en tierras israelíes plagado de incidencias. Para evitar los arquetipos habituales, al joven de origen judío se le ha dado un aspecto físico propio de los árabes y viceversa, porque lo que realmente interesa es el logro de una madurez personal que depende sobre todo de la experiencia vital de cada cual y, en este caso, del grado de emancipación alcanzado por los jóvenes respecto a sus padres.
Uno de los mayores problemas que planteaba el film era el de su verosimilitud, sobre todo al tener que asumir la idea de pertenecer a dos familias distintas —la de sangre y la adoptiva— y, en teoría, enfrentadas. Los diversos asesores pudieron mejorar situaciones y diálogos. Porque, según testimonio de Lorraine Lévy, la realidad palestino-israelita resultó ser más dura, violenta y traumática de lo inicialmente previsto.
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