(3) NUEVA VIDA EN NUEVA YORK, de Cédric Klapisch.

LOS ENTRESIJOS DE LA VIDA MODERNA
Esta es la tercera entrega de una trilogía que empezó con Una casa de locos (2002) y siguió con Las muñecas rusas (2005), un claro ejemplo de cómo han ido creciendo y evolucionando a lo largo de los años los actores y sus personajes —un caso similar, aunque plural, al Antoine Doinel de François Truffaut—, en este caso los intérpretes Romain Duris —el escritor Xavier, eje del relato—, Cécile de France, Audrey Tautou y Kelly Reilly, que aparecen ahora en Nueva York a la edad de 40 años, ya como padres y madres con hijos, divorciados y con nuevas parejas.
Lo que resulta más admirable de Nueva vida en Nueva York no es sólo la autenticidad de los escenarios reales y el vitalismo de los tipos humanos sino la modernidad de un film que mezcla diversas razas y las culturas en un mundo globalizado estructurado como un puzzle formado por fragmentos de vidas que se entrecruzan en algún momento de la narración.
Si la trilogía arrancó en Barcelona —la Europa en construcción convertida en metáfora con los Erasmus— y continuó en París y en San Petersburgo, ahora es Chinatown —las imágenes están más cerca del reportaje documental que de la postal turística— el barrio que sustenta ese cosmopolitismo que se manifiesta en los viajes de los protagonistas y en la complejidad de sus relaciones —inestabilidad, inseguridad, un cierto caos personal, la entrada en la madurez— gracias a la sabia utilización de los elementos expresivos que constituyen lo esencial del mejor cine contemporáneo, con las rupturas del naturalismo mediante referencias a la fantasía, la evitación de todo sustrato literario y la sustitución del tradicional retrato psicológico por la visón fenomenológica de los gestos y las palabras, mostrando con plena libertad y naturalidad las distintas situaciones familiares y conductas sexuales, incluso las menos ortodoxas.
Cédric Klapisch ha ido ganando en talento y en oficio a lo largo de sus once largometrajes, algo especialmente palpable en esta trilogía en la que el cineasta ha ido volcando numerosas experiencias autobiográficas, elaborando los guiones de modo muy reflexivo pese a su aparente improvisación.
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