(2) THE LUNCHBOX, de Ritesh Batra.

UN TOQUE DE ESPECIAS
Que no todo el cine indio es el típico musical bollywoodiense lo demuestra The lunchbox, la opera prima del joven realizador Ritesh Batra que llega a nuestras pantallas tras un prolífico periplo festivalero. Y es que, carente de cualquier atisbo ornamental pero henchida de ternura y complicidad, la película es una de esas pequeñas producciones procedentes de cinematografías exóticas que el buen cinéfilo tiene la obligación de conocer cuando se le da la oportunidad.
Llamada así por la fiambrera que contiene el manjar que ejerce de nexo de unión entre dos melancólicos y solitarios personajes que se conocen fortuitamente en una abarrotada Mumbai, The lunchbox es una agridulce historia de amor generada al albor de una relación epistolar, lejanamente inspirada por aquella magnífica comedia de Ernst Lubitsch, El bazar de las sorpresas (1940). En esta versión hindú sazonada con ciertos apuntes de crítica social y algunas notas costumbristas ambientada en época actual, el flechazo no procede de los modernos sistemas electrónicos de comunicación social sino del intercambio de toscos mensajes escritos en papel.
En numerosas ciudades indias es costumbre recibir en el trabajo la comida de casa o de una empresa especializada a través de un rutinario pero eficaz sistema de reparto urbano. Un error en el envío pone en contacto a Ila, una infeliz ama de casa que trata de recuperar el cariño de su marido preparándole suculentos guisos, y a Saajan -el internacional Irrfan Khan, rostro famoso fuera de la industria india gracias a títulos como Slumdog Millionaire (2008) o la reciente La vida de Pi (2012)-, un hombre viudo retraído y puntilloso a punto de jubilarse que recibe siempre la misma insípida comida encargada en una tienda.
A partir de ahí surge una sincera amistad anónima basada en el afecto y la comprensión, pues ambos aprovechan las misivas para expresar sus frustraciones cotidianas, así como sus pensamientos y reflexiones vitales. Una relación que Ritesh Batra trata con mucha delicadeza, progresivamente, con un ritmo pausado que puede hastiar a más de uno. A su favor cuenta con dos excelentes interpretaciones de su tándem protagonista, aportando credibilidad a sus personajes.
Es cierto que The lunchbox cae en varias ocasiones en cierta reiteración narrativa, sucediéndose secuencias casi idénticas sin que el relato avance. Y el hecho de que la comida sea realmente una excusa y no el argumento principal acaba derivando en un drama más convencional de lo que podría haber sido. Vienen a mi mente las maravillosas lecciones culinarias de Tomates verdes fritos (1991), Deliciosa Martha (2001) y Un toque de canela (2003), cuya temática gastronómica estaba perfectamente hilvanada en la trama, y echo en falta una mayor trascendencia de los guisos de Ila en la elaboración del discurso fílmico, a modo de experiencia enriquecedora que transforma a los personajes.
Aún así, el film es una bonita sorpresa en esta época de fast food y franquicias impersonales. Bienvenida sea una apuesta por la comida casera, con sus diversas especialidades locales.
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