(1) GRACE DE MÓNACO, de Olivier Dahan.

LA PRINCESA DE HOLLYWOOD
El biopic es un género muy respetable que, pese a su deriva hagiográfica y su propensión a la frivolidad actual, conviene reivindicar, y no sólo porque permite aproximarnos a importantes figuras históricas, políticas o artísticas, sino porque bien enfocado y correctamente realizado, sumado a una digna interpretación, puede dar lugar a una gran película. El propio director galo Olivier Dahan nos lo demostró en la galardonada La vida en rosa (2007), un tridimensional retrato de Edith Piaf, una de las cantantes francesas más célebres del siglo XX. Sin embargo, el nuevo film de Olivier Dahan cae en los numerosos vicios y defectos de la peor biografía cinematográfica, recibiendo merecidamente los abucheos del público en la inauguración de la pasada 67ª edición del Festival de Cine de Cannes.
Grace de Mónaco pretende representar los primeros años de Grace Kelly en Mónaco tras casarse con el príncipe Rainiero y convertirse en miembro de la nobleza monegasca, siguiendo la estela de la mayoría de producciones de este tipo que ensalzan el conflicto entre la faceta profesional y personal del personaje retratado. El film muestra, en ese sentido, cómo afectó al matrimonio el conflicto fiscal del pequeño estado mediterráneo con Francia, aquejado de una aguda crisis económica y en guerra con Argelia, y los deseos de volver al cine de ella, siendo tentada por Alfred Hitchcock para protagonizar Marnie, la ladrona (1964), que finalmente encarnaría Tippi Hedren.
El problema es que no se sale un ápice de la vieja y reiterada historia de la princesa encerrada en una jaula dorada que debe asumir sus nuevas responsabilidades sacrificándose por amor. Es decir, no aporta nada que matice o desmienta su biografía oficial, decantándose por los convencionalismos más rancios del drama romántico y apostando por una resolución gratificante que acentúa la máxima “y fueron felices y comieron perdices”.
Pero es que, además, con una narrativa y una estética excesivamente rígida y acartonada, Grace de Mónaco recuerda más al típico telefilm de sobremesa que una ambiciosa producción fílmica europea. Dahan encuadra a Nicole Kidman como si de un alargado spot publicitario se tratase, intentando disimular la agarrotada expresividad de un rostro sometido a demasiadas operaciones con el bótox. Es cierto que la ambientación está cuidada, a la altura del vestuario y el maquillaje propio del linaje aristocrático de los personajes, pero en ningún momento éstos destilan vida y por tanto apenas despiertan la emoción del espectador.
Los que de verdad se interesen por la figura de Grace Kelly y su familia deberían acudir primeramente al interesante documental de Frédéric Mitterand, Grace Kelly, princesa de Mónaco (2007), cuya óptica huye de toda dramatización artificiosa del afamado personaje.
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