(4) EL VIENTO SE LEVANTA, de Hayao Miyazaki.

HORIKOSHI Y LA HISTORIA DE JAPÓN
Los aficionados a la animación, al menos aquella parte concebida como expresión artística que trasciende los estrechos márgenes de la industria, se encuentran de luto desde que Hayao Miyazaki anunciara su retiro en el pasado festival de Venecia, donde presentó la presente cinta El viento se levanta, basada en la novela corta de Tatsuo Hori y en el manga homónimo del propio Miyazaki. Y es que, a pesar de su condición de septuagenario, sus películas siguen desprendiendo una gran vitalidad y una fértil imaginación, cosechando en su filmografía numerosas obras imperecederas de obligada visión: Mi vecino Totoro (1988), Porco Rosso (1992), La princesa Mononoke (1997), El viaje de Chihiro (2001) y El castillo ambulante (2004).
Lo que aparenta ser el testamento cinematográfico del maestro nipón es una pequeña gran joya animada que trasciende el carácter biográfico de su argumento para componer un elaborado retrato de la Historia de Japón. Así, a partir de las peripecias vitales de Jiro Horikoshi, famoso ingeniero aeronáutico de la II Guerra Mundial, artífice del mítico Mitsubishi A6M1 o Caza Zero que tanto trabajo y sufrimiento dio a la Marina USA, asistimos a los episodios más relevantes del siglo XX en el país del sol naciente: el gran terremoto de Kanto de 1923, la Gran Depresión y la ascensión del totalitarismo; justo antes de que el imperio japonés se dirigiera a su autodestrucción.
Pero fiel a su comprometido pacifismo, El viento se levanta contiene un mensaje antibelicista certificando lo absurdo de la lógica bélica y reivindicando que el anhelo de Horikoshi no era diseñar aviones de combate sino máquinas que nos elevaran al cielo, cumpliendo uno de los sueños más antiguos del ser humano.
Hayao Miyazaki dirige aquí su película más adulta, combinando eficazmente un relato “realista” con un deslumbrante plano onírico, cargado de lirismo, cuando se deja llevar por los encantos de las fantasías juveniles y del primer amor. En el relato juegan un papel destacado los sueños que el protagonista tiene desde pequeño, en el que se imagina pilotando curiosos aeroplanos junto a su ídolo el también ingeniero Giovanni Battista Caproni, proponiendo un constante y fluido diálogo entre fantasía y realidad. Y en cuanto a la subtrama romántica, que se desarrolla sobre todo en una segunda parte, consigue sortear cualquier atisbo de cursilería gracias a un tratamiento sutil y contenido de los sentimientos entre los personajes.
Concluyendo, no sólo estamos ante la mejor muestra del prodigio técnico de los estudios Ghibli hasta la fecha, sino que encontramos en El viento se levanta algunos de los momentos más bellos e inspirados de la fructífera trayectoria de Hayao Miyazaki. Ojalá su decisión de jubilarse no sea irrevocable y podamos seguir disfrutando de su talento.
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