(3) LA VIDA INESPERADA, de Jorge Torregrosa.

EN LA CIUDAD DE LOS RASCACIELOS
En la historia del cine abundan las películas sobre actores y actrices que, deseando triunfar en el teatro de Nueva York o en el cine de Hollywood, no logran llevar a cabo sus objetivos. Un ejemplo paradigmático: Cowboy de medianoche (John Schlesinger, 1969). Pero no en todos los casos los y las aspirantes acaban prostituyéndose como sucede en Dulce pájaro de juventud (Richard Brooks, 1962) o Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961).
Prueba de ello es La vida inesperada, un digno relato fílmico con guión de Elvira Lindo —que ha aprovechado sus experiencias y observaciones en la ciudad de los rascacielos— y dirección del alicantino Jorge Torregrosa —formado profesionalmente en Estados Unidos—, un realizador que nos había decepcionado sin embargo con sus cortos Desire y Mujeres en un tren antes de debutar con el fallido largometraje Fin (2010).
En la película ahora estrenada, los españoles afincados en la “Gran Manzana” no logran materializar sus ilusiones y la falta de éxito les obliga a dedicarse a la mera supervivencia. A los buenos resultados del proyecto cinematográfico —aunque con momentos de mayor debilidad: las relaciones amorosas— han contribuido decisivamente Javier Cámara, como un actor que debe recurrir al pluriempleo para subsistir, y Raúl Arévalo, un economista que fracasa por su deficiente dominio del inglés, cuyos personajes ilustran acertadamente unas experiencias vitales dolorosas en las que cuenta tanto el talento como la audacia y el azar.
Afortunadamente no se abusa del fácil sentimentalismo y prevalece la sencillez de lo cotidiano, aunque no se evitan escenas emotivas, como cuando la mayoría de emigrados va decidiendo regresar a España sin haber podido materializar sus sueños y esperanzas, sin haber sido capaces de adaptarse a la realidad. En esta interesante comedia dramática encontramos, pues, tanto humor como pesar y melancolía.
La cámara arropa cálidamente a los actores con una foto y unos colores que se ajustan al entorno, ya sea el cosmopolitismo de los exteriores naturales, ya sea la austeridad de los interiores —apartamentos, teatrillos, bares, etc.—. Y hay un conmovedor homenaje al teatro hispano -Miguel Mihura, F. García Lorca, la zarzuela- y una cuidada banda sonora que incluye o imita la música de los clásicos norteamericanos —Gershwin, Cole Porter, etc.— que han contribuido a convertir Manhattan en un mito universal.
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