(2) THE AMAZING SPIDER-MAN 2: EL PODER DE ELECTRO, de Marc Webber.

SUPERHÉROE CON SUPERPROBLEMAS
Previamente introducidos en la renovada versión, mucho más oscura y visceral, de la franquicia Spider-Man de la mano de un solvente Marc Webber, omitiendo descaradamente la candorosa saga de Sam Raimi, The Amazing Spider-Man 2: el poder de Electro supone la edificación de un vigoroso relato sobre uno de los personajes más entrañables e icónicos de la conocida editorial Marvel, formando parte de un complejo universo fílmico que trata de trasladar a la gran pantalla un vasto patrimonio tebeístico de más de medio siglo de existencia.
Aunque todavía ande por su cuenta, sin ninguna relación con otros adalides de la Justicia -Los Vengadores, ocupados en salvar a la Humanidad de invasiones alienígenas, todavía no han llamado a su puerta-, al joven Spider-Man no le falta trabajo ni disgustos familiares y/o sentimentales, haciendo gala de una de las esencias del personaje: su permanente estado de crisis personal, entendida como un largo y difícil proceso de autoconocimiento. Se trata de un “superhéroe con superproblemas”, un adolescente acomplejado por su condición de niño huérfano que adquiere extraordinarios poderes arácnidos que le provocan muchos sinsabores, ya que como todo el mundo sabe, un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Una vez presentado al protagonista en la primera entrega, The Amazing Spider-Man 2: el poder de Electro entra directamente al desarrollo de tres tramas principales que se entremezclan continuamente: por un lado, su enfrentamiento con tres de sus villanos clásicos -Electro, El Duende Verde y Rhino-, aportando las dosis de acción y aventura propias de este (sub)género; por otro, su peliaguda relación con su novia Gwen Stacy, cuyo desenlace refleja uno de los momentos más duros de Peter Parker/Spider-Man, publicado en The Amazing Spider-Man #121 (junio de 1973); finalmente, la búsqueda de explicaciones sobre la desaparición de sus padres, adentrándose en la naturaleza traumática de nuestro héroe.
Marc Webber se descubre aquí como la opción más adecuada, ya que con la interesante (500) días juntos (2009) demostró su pericia para descifrar el prisma masculino de las siempre complejas relaciones personales, lo que explica que lo mejor de sus dos películas sobre el personaje creado por Stan Lee y Steve Ditko sea todo lo relacionado con la vida íntima del protagonista. En ese sentido, Andrew Garfield y Emma Stone, en sus encarnaciones de Peter Parker y Gwen Stacy, son lo más convincente de este reboot de la franquicia, lo más auténtico. El resto, una concesión a la taquilla en la búsqueda de lo más espectacular en cuanto a la coreografía en luchas, piruetas y fuegos artificiales.
Para los ajenos al cómic, entretiene que no es poco. Para los simpatizantes y/o apasionados del mismo, debe verse.
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