(2) GUILLAUME Y LOS CHICOS, ¡A LA MESA!, de Guillaume Gallienne.

COMEDIA SOBRE LA IDENTIDAD SEXUAL
En Francia la obra teatral permaneció largos años en cartel y su enorme éxito facilitó su conversión en película. El monólogo escénico estaba a cargo de Guillaume Gallienne, de la Comédie Française, y contenía numerosos aspectos autobiográficos sobre su infancia y adolescencia, teniendo que realizase algunas adaptaciones: el guionista, intérprete y director del film asumió un doble papel, el de hijo y el de su madre, dando entrada a otros actores y actrices en el reparto, siendo Françoise Fabian y Diane Kruger las más conocidas.
Guillaume y los chicos, ¡A la mesa! ha cosechado en su país de origen numerosos premios y buenas recaudaciones en taquilla pero provocando con frecuencia cierto desconcierto por el carácter de la obra, que a mi juicio debe ser considerada como un mero show cómico, con sus chistes y exageraciones, destinado a divertir o provocar al público. Pero me pareció —en la sesión a la que asistí— que los espectadores permanecieron demasiado serios e incómodos ante el repertorio de ambigüedades sexuales que el film iba desgranando. Mucha gente prefiere catalogar a personas y cosas con rotundidad y sin medias tintas.
Más discutible es si Guillaume y los chicos, ¡A la mesa! favorece la tolerancia social combatiendo la homofobia mediante esta representación de dudosa validez científica en torno a la diversidad sexual. Cierto es que en los viajes de Guillaume a España, Inglaterra y Alemania predominan los tópicos, demasiado toscos a veces, pero al menos desprenden un humor y una agudeza que nos remiten al mejor Millán Salcedo de Martes y Trece con sus gestos de estupor, sus miradas irónicas y sus disfraces femeninos. Porque el tipo de personaje que no es lo que parece o que no parece lo que es nos ha proporcionado buenos momentos de regocijo: desde la especial relación de Jerry Lewis y de Woody Allen con sus respectivas madres a la esquizofrenia erótico-sentimental de Jack Lemmon en Con faldas y a lo loco (1959) sin olvidar los traviesos y jocosos juegos verbales del transformista Pavlovski.
Pero el humor no está reñido con la reflexión y la esperpéntica escena de Sissi empujada por su madre a convertirse en emperatriz austro-húngara puede coexistir sin problemas con una visión certera aunque satírica de la familia burguesa, de la psiquiatría, de los militares, de los balnearios, de los colegios y de los compañeros, incluyendo un demencial happy end en el que el protagonista se enamora de quien “debe” y alcanza la “normalidad”. Guillaume Gallienne ha confesado que siempre intentó, con su conducta de niño, llamar la atención de su madre, imitándola en todo, para ser así el más querido de los hermanos. ¿Complejo de Edipo a la vista?
En su adaptación a la gran pantalla, la obra original planteaba algunas dificultades de estructura, resueltas mediante fragmentos sobre un escenario en que Guillaume se dirige al público, otros en que recita sus soliloquios y otros en los que el relato se puebla con personajes secundarios, siempre con el texto asumiendo una importancia capital. Al logro del entretenimiento y de la agilidad del relato contribuyen los constantes cambios de lugar y de tiempo, de situaciones y de sexo, de vestuario y de conflictos. La puesta en escena no olvida tampoco la importancia de los decorados y de la iluminación.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.