(4) OH BOY, de Jan Ole Gerster.

LAS TRIBULACIONES DEL JOVEN FISHER
Una de las más gratas sorpresas del año constituirá, sin duda, esta película acaparadora de premios del cine alemán, entre ellos el de mejor opera prima, un verdadero regalo para cinéfilos exigentes. Su joven realizador demuestra en ella una gran madurez expresiva, fruto de la inteligente asimilación de diversas influencias fílmicas: la flexible concepción espacio-temporal de la Nueva Ola francesa, los singulares personajes de Jim Jarmusch y de Martin Scorsese, la melancolía del Nuevo Cine alemán de los 70, la música de jazz dixieland habitual en Woody Allen, la sucesión de planos de calles desiertas a lo Antonioni (El eclipse, 1962), mostrando una deshumanizada ciudad de Berlín, etc.
Admirable ejemplo de cine moderno, Oh boy muestra la vida cotidiana sin subrayarla, con una aparente sencillez y ligereza en las formas que no impiden alcanzar altas cotas de lucidez y de rigor en un retrato tan realista como demoledor que desmitifica el perenne “milagro” económico alemán. El protagonista Niko Fischer, un treintañero que ni estudia ni trabaja, es el vehículo a través del cual el director y guionista despliega, sin optimismo alguno, la serie de valores, costumbres, ideologías y negocios sobre los que se sustenta el pueblo más rico y presuntamente satisfecho de Europa.
Pero más que identificarse con él, lo que hace el espectador es acompañar a Niko —la estructura itinerante del guión es perfecta— en su errático vagabundeo por la gran ciudad, a lo largo de 24 horas, presenciando sus significativos encuentros con un policía, un amigo actor, su acomodado padre, la novia, una solitaria abuela, unos gamberros, un psicólogo y, sobre todo, con un anciano desengañado que recuerda su niñez durante el nazismo en una emotiva y magistral escena de bar que nos ilustra sobre la pasividad y la desmemoria colectivas ante los desmanes del III Reich. La fotografía en blanco y negro, con intenciones de distanciamiento anti-naturalista, documenta las andanzas de este joven escéptico —en proceso de desintoxicación etílica— que no acaba de encajar, pese a sus intentos, en una sociedad que lo ignora y margina, atrapado en sus miedos e inseguridades.
Oh boy, un film basado en gran medida en experiencias personales del director, tiene el mérito de manejar un estilo aparentemente ligero pero magistral porque el profundo dramatismo de su discurso aparece disuelto, en muchas ocasiones, en buenas dosis de sutil ironía y desenfado, elementos más propios de la comedia. Todo está relatado con una sabiduría impropia de un cineasta principiante como Jan Ole Gerster. Una gozada.
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