(3) EL GRAN HOTEL BUDAPEST, de Wes Anderson.

FANTASÍA EUROPEA DE ENTREGUERRAS
Este octavo largometraje del guionista, realizador y productor Wes Anderson —nacido en Houston (Texas, USA), pero afincado en París—, premiado con el Oso de Plata en el último Festival de Berlín, se inspira en memorias y ficciones del vienés Stefan Zweig y destaca no sólo por su extenso y brillante elenco de intérpretes sino especialmente por la fuerza expresiva y originalidad de sus imágenes, resultantes de la gran movilidad de la cámara, de la carestía y complejidad de su proceso productivo —vestuario, maquillajes—, de la utilización de maquetas y de lentes de diversa distancia focal así como de procedimientos digitales capaces de lograr sorprendentes resultados en cuanto a paisajes, decorados, colores, etc.
El gran hotel Budapest —un destacado título a añadir a la larga lista de filmes sobre albergues y hospedajes que pueblan la historia del cine en sus más variados géneros— es un relato generado por un gran flash-back inicial motivado por el encuentro entre un joven escritor y el viejo propietario de un lujoso hotel, ya en decadencia, que le cuenta la historia del mítico establecimiento —sito en una ciudad-balneario de la imaginaria república centroeuropea de Zubrowska—, centrada sobre todo en el periodo de entreguerras, con la fraternal relación entre el conserje (Gustave H.) y el botones (Zero Mustafa, el narrador).
Las películas de Wes Anderson poseen un interés desigual pero siempre destacan por su inconfundible rúbrica visual, fruto seguramente de su dedicación profesional a los spots publicitarios. Y así, entre la poesía y la extravagancia, entre la nostalgia y la caricatura, El gran hotel Budapest refleja el singular universo estilístico de un cineasta que se atreve a amalgamar la comedia alocada de un Blake Edwards con las fantasías delirantes de un Tim Burton. A un ritmo trepidante, las peripecias y las intrigas se suceden pasando de los líos de una herencia a un misterioso asesinato, del robo de un valioso cuadro a pasiones ocultas y de un militarismo totalitario a las desgracias de la guerra.
Una película sorprendente y divertida cuya banda sonora corre a cargo del músico Alexandre Desplat, que ha empleado una orquesta formada exclusivamente por instrumentos típicos del folklore de algunas zonas del este europeo.
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