(3) DALLAS BUYERS CLUB, de Jean-Marc Vallée.

SUPERVIVENCIA Y NEGOCIO EN TORNO AL SIDA
Jean-Marc Vallée es un estimable cineasta canadiense (Montreal) que ya había realizado C.R.A.Z.Y. (2005), La reina Victoria (2009) y Café de Fiore (2011) cuando llegó a sus manos un guión de Craig Borten quien, en 1992, había estado hablando con un terminal Ron Woodroof, el futuro protagonista de su nuevo film, sobre sus experiencias como seropositivo desde 1985 y su lucha incesante para hallar nuevos remedios que le permitieran alargar su vida (sobrevivió siete años). Pero el proyecto de hacer una película quedó entonces aplazado hasta que Jean-Marc Vallée lo pudo llevar a cabo en 2013. Y gran mérito en el satisfactorio resultado corresponde a los actores Matthew McConaughey y Jared Leto, premiados con sendos Oscar, que tuvieron que perder mucho peso para poder encarnar a sus personajes.
No se trata de un film social ni de un documental científico sobre el SIDA sino que tiene un carácter básicamente biográfico en torno a Ron Woodroof, un electricista tejano, cowboy de rodeos, homófobo y mujeriego que decide rebelarse contra su propia muerte, que investiga en libros y revistas y que experimenta con nuevos fármacos no legalizados enfrentándose a laboratorios, a agencias estatales de Sanidad y a Hacienda. Fue su improvisación frente a lo reglamentado lo que propició la mejoría temporal de la salud de muchos enfermos que en los años 80 y 90 estaban totalmente desahuciados. Y Ron también aprovecho la ocasión para hacer negocio en lo que se denominó el Club de vendedores de Dallas.
El film muestra las negativas repercusiones para los infectados, que eran marginados por su círculo de amigos (se creía de fácil contagio y que sólo afectaba a homosexuales, transexuales y drogadictos), aunque al convertirse en experto en sustancias anti-virales, Rod fue visto con mayor simpatía e incluso él mismo acabó tratando con afecto a los que antes repudiaba, convirtiéndose en el clásico emprendedor americano que, al margen y en contra del sistema, favoreció a la colectividad. La Administración USA tenía entonces serios prejuicios contra la comunidad LGBT y las inversiones en ensayos clínicos anti-SIDA eran escasas pese a que la pandemia resultaba mortífera, pues muchos conservadores la consideraban un castigo divino por los nefandos pecados cometidos. La desconfianza ante los controles y tratamientos sanitarios del gobierno, por ineficaces y poco fiables, favorecieron, sin embargo, el dudoso negocio de los productos placebo -alternativos, naturistas, homeopáticos, etc.- que obligaron además a recurrir al contrabando de sustancias desde México.
Ron se erigió, pues, en una especie de héroe sanador como intuitivo superviviente y hábil negociante que era, poniendo en tela de juicio las millonarias ganancias de las empresas farmacéuticas vendedoras de productos de nula acción curativa. Dallas Buyers Club cuenta la historia con un ritmo rápido gracias a una puesta en escena dinámica y a un ágil montaje, constituyendo un ameno relato divulgativo que evita profundizar en temas científicos o legales. Su rodaje con cámara digital al hombro fue bastante breve (25 días), trabajando sin descanso, con entusiasmo y filmando lo esencial con uso predominante de la luz natural. Inspirándose en el moderno estilo narrativo de John Cassavetes, la película destila una sensación de autenticidad y de intimidad que debe valorarse.
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