(1) LA BELLA Y LA BESTIA, de Christophe Gans.

FILIGRANA TÉCNICA PERO SIN ALMA
Blancanieves, Caperucita Roja, Las habichuelas mágicas, Hansel & Gretel, El ratoncito Pérez, El gato con botas, etc. Dicen que los clásicos nunca mueren, pero a tenor de la reciente afición por trasladar los cuentos infantiles de toda la vida al cine, parece que hayan quedado obsoletos y sea necesaria una reinterpretación de los mismos para adaptar su contenido al gusto del público actual, desvirtuando en la mayoría de ocasiones su vertiente poética y su empeño aleccionador.
Ahora le toca el turno a La Bella y la Bestia, conocidísimo cuento de hadas tradicional europeo gracias a la galardonada animación disneyana de 1991, cuya primera versión publicada fue obra de la escritora francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, en 1740, si bien la más conocida es la de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, de 1756.
Christophe Gans, en su regreso a la gran pantalla tras ocho años de silencio, despoja de lirismo y pasión una traslación preciosista pero fría del famoso relato hasta convertirla en puro artificio comercial, muy lejos de la imprescindible La Bella y la Bestia (1946) de Jean Cocteau. Al menos se abstiene de modificar la esencia de la narración clásica y el espíritu de los personajes, evitando transformar una pequeña historia en una gran aventura épica u otorgando roles modernos inasumibles en su contexto.
No obstante, la presente versión es una hermosa pieza de orfebrería digital por lo que respecta al cuidado y sofisticación de su diseño de producción y de su fotografía, caracterizados por unos escenarios de ensueño tanto de exteriores como de interiores del palacio de la Bestia, unos vestuarios que remiten al origen medieval del cuento, un protagonista monstruoso pero no repulsivo y una luminosidad mágica e irreal que proporciona una atmósfera adecuada a la naturaleza del film.
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