(2) MONUMENTS MEN, de George Clooney.

EL BATALLÓN DEL ARTE
En su breve trayectoria tras las cámaras, el popular actor George Clooney se ha labrado cierta reputación como realizador alternando películas orientadas al simple entretenimiento –Confesiones de una mente peligrosa (2002) y Ella es el partido (2008)- con otras de mayor calado político y social –Buenas noches, y buena suerte (2005) y Los idus de marzo (2011)- en las que ha manifestado su férreo compromiso político. El quinto film de su filmografía mantiene un precario equilibrio entre ambas concepciones, pues el emotivo alegato de la imprescindible preservación e indispensable divulgación del Arte que defiende es transmitido bajo el formato de una enternecedora y edulcorada comedia bélica que, lejos de reproducir hechos reales, se inspira en ellos para contar su propia historia.
Así pues, el argumento de Monuments Men surge de la combinación de dos acontecimientos simultáneos, ampliamente documentados, acaecidos durante la II Guerra Mundial: la creación por el gobierno USA del Monuments, Fine Arts and Archives Program, encargado de recuperar, catalogar y preservar el patrimonio artístico europeo expoliado por el Tercer Reich; y la decisiva actuación de Rose Valland -Claire Simone, el personaje interpretado por Cate Blanchett, es su alter ego en la ficción-, responsable del museo Jeu de Paume de París durante la ocupación alemana, en el registro de las obras de arte -pertenecientes tanto al patrimonio nacional como a las colecciones privadas de la población judía- que el ejército nazi iba robando para engrosar los fondos del previsto Museo del Führer y que permitió parte de su recuperación.
Lamentablemente, nos encontramos ante un film que no acierta en el tono para narrar esta magna historia, careciendo de la ambición necesaria para dejar huella en el espectador. Demasiado ligera. Lejos, demasiado lejos, de aquel cine bélico de los años 60, el de Robert Aldrich (Doce del patíbulo, 1967) o Brian G. Hutton (El desafío de las Águilas, 1968; Los violentos de Kelly, 1970).
En ese afán de eludir la recreación y sustituirla por una reinterpretación en su condición de mero producto de entretenimiento, los miembros reales de la operación son transformados en arquetipos funcionales con una pretensión cómica o dramática que empobrece la propuesta despojándola de toda matización, empezando por la construcción de personajes y acabando por la descripción del conflicto bélico: sin apenas escenas de acción y con villanos de opereta, Monuments Men se limita a narrar las andanzas de siete hombres, académicos y estudiosos de arte, que recorren media Europa para rescatar las obras de arte sin apenas reparar en los escenarios devastados por los que pasan. Es cierto que sufren un proceso de empatía con el sufrimiento mostrado: empiezan siendo observadores de un conflicto ajeno pero poco a poco se van implicando. Pero los sucesos avanzan a trompicones y los cambios de localizaciones se encadenan sin un hilo argumental definido.
Una pena porque la película posee una decente puesta en escena, una estimable factura técnica y un valioso plantel de actores entre los que se encuentran John Goodman, Bill Murray, Matt Damon, Jean Dujardin y Cate Blanchett. Pero no es suficiente para lo que podría haber sido Monuments Men como merecido homenaje a un grupo de hombres, apenas conocidos, que salvaron millones de obras únicas de la destrucción para el regocijo de las generaciones futuras.
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