(2) HER, de Spike Jonze.

SENTIMIENTOS VIRTUALES
Spike Jonze me parece un cineasta original y sugestivo, siendo sus films más interesantes Cómo ser John Malkovich (1999), El ladrón de orquídeas (2002) y Donde viven los monstruos (2009); aunque, a veces, resulta demasiado rebuscado y pretencioso.
Su última película podría considerarse una versión actualizada de Tamaño natural (1973) pero, en vez de una hermosa muñeca, la compañía del protagonista es un Sistema Operativo creador de un personaje sonoro femenino llamada Samantha, a la que presta su voz Scarlett Johansson, que sólo es el sofisticado producto de un programa informático adaptado a las necesidades de cada cliente y dotado de inteligencia artificial, que va evolucionando y ofrece compañía, amistad y amor —hay una escena de sexo dialogado, a modo de “línea caliente”—. En esto la relación de pareja se identifica con el consumo de pornografía por el predominio de la fantasía y la ausencia de contacto corporal. Hay pues distancia física y, en el fondo, una gran soledad. Los psicólogos hablarían de un sujeto inmaduro, ya que la convivencia amorosa es difícil pero viable si se saben gestionar adecuadamente no sólo las coincidencias sino también las divergencias interpersonales.
Her, que pretende ser un estudio sobre la naturaleza del amor y sus diversas etapas en las complejas relaciones de pareja, es un relato de ciencia-ficción ambientado en un Los Ángeles futurista y lujoso pero con abundantes elementos cotidianos, añadiendo a los planos naturalistas algunos en flashback y otros fruto de la imaginación, todo lo cual ha exigido un aplicado trabajo de creación digital. También pertenecen a este género las cualidades humanas de la amante virtual, que expresa opiniones y muestra sentimientos que resultan imposibles con las actuales prestaciones informáticas.
Joaquin Phoenix interpreta al protagonista Theodore, un escritor de cartas por encargo, y lo hace con una aplicación propia del Actors Studio encarnado a un minusválido emocional que busca superar su inseguridad afectiva recurriendo al uso de modernos aparatos electrónicos, un remedo de la verdadera comunicación personal. Pero el juego termina de repente, el hechizo desaparece y el drama hace su aparición. Y al final acaba imponiéndose la realidad.
Una película llena de posibilidades pero, a mi juicio, realizada desde un punto de vista de limitada solidez, algo artificioso y falto de la deseable profundidad.
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