(0) CUENTO DE INVIERNO, de Akiva Goldsman.

BATIBURRILLO DE SAN VALENTÍN
Servidor estaba dispuesto a desafiar la retahíla de tópicos en torno al amor del pasado fin de semana, coincidiendo con el día de San Valentín, que nos inculcan cada año profanos intereses comerciales para impulsar el decaído consumo en el país, con una manifestación sensata y madura de cariño y afecto. Así, compartí con mi pareja algunos de los rituales que suelen corresponder a esta fecha: cena intima y sesión de cine, eligiendo un título vinculado a la temática romántica. Pero no estaba preparado para digerir el batiburrillo filosófico y pseudo-religioso que propone Cuento de invierno sobre los imponderables del corazón y su cabida en el Universo. El empacho de edulcorante e ideología new age saturó mi aparato digestivo causando malestar y desasosiego.
El afamado guionista, responsable de Una mente maravillosa (2001), El código Da Vinci (2006) y Ángeles y demonios (2009) y productor Akiva Goldsman debuta en la dirección cinematográfica con uno de los films más confusos e indefinibles que recuerde, fruto de una ecléctica fusión de variados elementos: un soterrado conflicto entre ángeles y demonios, un salto temporal, un romance más allá de la muerte, un caballo blanco con alas y una curación milagrosa cuyo objetivo fundamental es gratificar a un público en su mayoría femenino.
Versión modesta de El Atlas de las nubes (2012), Cuento de invierno es un farragoso relato que apela constantemente a los sentimientos trascendiendo una rebuscada historia de amor con elementos fantásticos y mágicos y una voz en off que elucubra enrevesadas teorías sobre las conexiones cósmicas entre almas gemelas y la transformación de las almas en estrellas. Todo está conectado, viene a defender la película reforzando los manidos clichés sobre la indestructible naturaleza del amor verdadero, su vigencia más allá de la muerte y tal.
El argumento parte del libro homónimo de Mark Helprin, trasladándolo con cierta elegancia visual y un innegable toque dickensiano, pero fracasando en su narración y en la construcción y desarrollo de personajes. Una pena, pues ha contado con un plantel de actores de la talla de Colin Farrell, Russell Crowe, Jennifer Connelly, Jessica Brown Findlay, William Hurt y otros, que se muestran a su pesar incapaces de aportar tridimensionalidad en sus papeles. ¿Cómo los habrá convencido de que participaran en el proyecto? Misterio sin resolver.
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