(1) 20 AÑOS NO IMPORTAN, de David Moreau.

CÓMETE A UN YOGURÍN
En un notable cambio de registro, David Moreau se aleja del género terrorífico que le aupó como realizador —junto a su amigo Xavier Palud— y dirige en solitario su primera comedia titulada en España 20 años no importan, configurando un amable y divertido relato romántico que carece, no obstante, de cualquier pretensión más allá de hacernos pasar un rato entretenido sentados ante la gran pantalla.
De hecho, podría pasar como una vulgar comedia made in USA al aplicar ejemplarmente toda una serie de recursos narrativos, tópicos y lugares comunes propios del Hollywood más convencional, pero 20 años no importan aporta un elemento novedoso que logra atraer la atención al espectador. El cine francés ha analizado en profundidad las relaciones de pareja con diferencia de edad, casi siempre desde una óptica masculina; pero en este caso es la protagonista del film la que acumula más experiencia y longevidad, y su partenaire es un efebo universitario al que le sobrepasa dos décadas de edad, actualizando la respetable figura de la “asaltacunas” que tan bien plasmó la mítica El graduado (1967).
Alice Martins tiene 38 años, una hija, separada y un currículum impresionante como redactora de una revista de moda y complementos, tipo Cosmopolitan. Sin embargo, su jefe y muchos integrantes de la redacción piensan que es demasiado mayor para asumir la dirección de la publicación, consideración un tanto machista porque aquél sobrepasa la cincuentena y nadie duda de su capacidad para ser su máximo responsable. Para demostrar que todavía tiene ese toque de modernidad y rebeldía que se busca para el cargo, aprovecha el rumor de que sale con un desconocido mucho más joven que ella para convencerle de que es la persona adecuada para sustituirle en su codiciado puesto.
Como he comentado, el film transita por los estrechos márgenes de lo pervisible en su estructura narrativa, mostrando bajo el filtro del humor grueso el proceso de presentación y desarrollo del romance entre unos personajes aparentemente opuestos que acaban rendidos al fuego de la pasión. Pero 20 años no importan invita a la reflexión sobre las todavía existentes diferencias entre hombres y mujeres a la hora de valorar actitudes y comportamientos. La sociedad no ve igual una pareja formada por un hombre maduro y una mujer joven que viceversa. El caso es que el film reivindica con elegante deferencia la ascendente personalidad de la MILF —acrónimo del inglés Mom I’d Like to Fuck—, esas mujeres que a una edad adulta son sexualmente deseables y activas, apelando al conocido axioma de “no hay edad en el amor” también en el terreno de la sexualidad.
Un mensaje moderno y progresista, alejado de cualquier tono moralizante, que convierte 20 años no importan en una leve y pasajera distracción sólidamente empaquetada para un público eminentemente femenino.
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