(3) NYMPHOMANIAC vol.2, de Lars von Trier.

LA FILOSOFÍA DEL TOCADOR
Esta segunda parte de Nymphomaniac contiene los capítulos 6, 7 y 8 de un film que fue dividido en dos entregas para facilitar su explotación comercial, además de haber sido abreviado con autorización de su guionista y realizador, el polémico e imprevisible Lars von Trier. Sin dejar a nadie indiferente, el cineasta danés prosigue su peculiar discurso “de autor” abordando la pornografía –situaciones e imágenes ordinariamente consideradas obscenas—para subvertir el sentido y la función que tiene asignada de excitar la sensualidad del espectador y lo hace mediante un discurso fílmico plagado de citas filosóficas, reflexiones éticas y explicaciones psicoanalíticas, con el resultado de sumirnos en el desconcierto ante la compleja ambigüedad de unas propuestas que se sustentan -eso sí que parece evidente- en dos pilares básicos como son la provocación y el humor.
Tras ver Nymphomaniac no estamos seguros ya de si Lars vonTrier es un machista o un visionario, un fascista o un defensor de la total libertad femenina porque el relato altera absolutamente el orden lógico con que solemos abordar las relaciones eróticas (deseo-seducción-caricias-cópula-orgasmo) mostrando las peripecias de Joe (Charlotte Gainsbourg), cuya vida ella misma cuenta a un aparentemente caritativo y respetuoso anciano que la acoge y cuida tras encontrarla malherida en un callejón.
La estructura narrativa se apoya, pues, en la descripción en primera persona de las singulares y perversas experiencias sexuales de la protagonista desde su nacimiento hasta cumplir los 50 años, constituyendo el film un flash-back total, aparte de pequeños saltos retrospectivos parciales, merced al cual la última secuencia es idéntica a la primera, con el añadido de un sorprendente epílogo. El espectador asiste, no sin cierto morbo, a la rectificación del concepto de “ninfomanía” en favor del más ortodoxo de adicción sexual; contempla incómodo el trastoque de los valores morales tradicionales; observa que no hacen falta los sentimientos para llevar a cabo las más retorcidas prácticas amorosas; comprueba que a veces es más importante la seducción que la obtención de placer y que a veces no es la libido sino el dominio, la venganza o la maldad el motivo real de determinadas conductas, hasta quedar desconcertado cuando ella se torna insensible y renuncia a la propia sexualidad en una pirueta que significa el regreso a la “normalidad” y, seguramente, la confesión de un sentimiento de culpa y de arrepentimiento.
Esta singular película, especialmente chocante para quienes ignoren los más íntimos y secretos recovecos del ser humano, se permite contraponer la iglesia ortodoxa oriental a la católica vaticana como un ejemplo de la luz frente a la oscuridad y de la felicidad frente al sufrimiento en su capítulo 6, aprovechando la ocasión para elaborar un detallado tratado sobre el sado-masoquismo. El capítulo 7 presenta metafóricamente al espejo como simple generador de reflejos y no de una realidad duplicada, mientras el número 8 y último muestra la pistola como instrumento de violencia y como utensilio laboral de Joe, la cual comprueba que el erotismo, aunque sea evocado, es un modo eficaz de descubrir las inconfesables aficiones de algunos hombres (pederastia) y un medio para extorsionarlos. En este capítulo aparece por primera vez el tema del lesbianismo, haciendo coincidir sensualidad y aprendizaje profesional en la iniciación de la joven discípula. Todo un compendio de disciplinas sexuales sometido a la reflexión y a la peculiar visión de un controvertido realizador.
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