(2) AGOSTO, de John Wells.

DESINTEGRACIÓN FAMILIAR
A años luz de la visión edulcorada y virtuosa de la institución familiar que predomina en el conservador panorama cinematográfico y televisivo se encuentra Agosto, un intenso drama rural contemporáneo que narra la progresiva descomposición de una familia de Oklahoma a partir de la repentina desaparición de su patriarca.
Adaptación de la galardonada obra teatral August: Asage County de Tracy Letts, un autor con fama de enfant terrible por hurgar en los rincones más oscuros del ser humano, Agosto es un demoledor retrato de las relaciones paterno-filiales fallidas y del ámbito doméstico convertido en un incesante campo de batalla, en el que cada uno de sus miembros emana traumas no superados, rencores no resueltos y depresiones no diagnosticadas.
Y en la cúspide de la podredumbre emocional dentro de este relato coral se encuentra una soberbia Meryl Streep como matriarca devorada por el cáncer y una magnífica Julia Roberts como hija díscola y contestataria. Ambas realizan un tempestuoso recital dialéctico que posiblemente dará que hablar en la próxima edición de los Oscar. Pero no olvidemos el resto de personajes, quienes desempeñan papeles más nutridos que la mera comparsa, encarnados por actores de la talla de Chris Cooper, Ewan McGregor, Benedict Cumberbatch, Juliette Lewis, Margo Martindale y Julianne Nicholson, entre otros.
Sin embargo, la sucesión de conflictos alcanza tal magnitud que ha acabado por desbordarme. Si únicamente mostrase un suicidio; o una infidelidad oculta; o una paternidad secreta; o un amor incestuoso; o un flirteo con una menor; o una inclinación al consumo de drogas seguiría siendo un sólido drama, pero la suma de todos esos casos en una misma familia resulta indigesto hasta para los aficionados a las telenovelas.
El director y productor John Wells, responsable de la digna The Company Men (2010), apenas se manifiesta en su labor detrás de las cámaras, limitándose a resaltar las robustas interpretaciones de las citadas estrellas hollywoodienses. Su huella desaparece sutilmente a medida que éstas entran en escena e inician el interminable cruce de acusaciones y reproches que domina la réplica y contrarréplica.
Agosto, por tanto, es un constante y perpetuo carrusel sentimental que acaba por provocar la insensibilización del espectador por sobredosis. No me extraña que el citado patriarca decidiera “huir” de semejante tropa.
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