(1) OLD BOY, de Spike Lee.

SED DE VENGANZA
El visionado de Old Boy me lleva a plantear la cuestión del remake de películas. ¿Qué sentido tiene realizar una versión USA del conocido film homónimo del director surcoreano Park Chan-wook? La película original, adaptación del manga de Nobuaki Minegishi, alcanzó inesperadamente la consideración de obra de culto gracias al sello inconfundible de su realizador, imprimiendo un estilo personal e intransferible que combinaba un retorcido sentido del humor y elevadas dosis de violencia gratuita. Fabricar un duplicado estadounidense no podía mejorar su referente, a no ser que el responsable estuviera a la altura de las circunstancias y reflejara su autoría en una cinta estimable per se.
Sin embargo, el encargado de este plagio es ni más ni menos que Spike Lee, cineasta venido a menos que abandonó hace tiempo su activismo a favor de los derechos de los afroamericanos, perdiendo la originalidad y el ímpetu que manifestó su cine-denuncia a comienzos de su carrera. Centrado en trabajos orientados a la TV y a la publicidad, Lee elabora un innecesario remake sin personalidad propia que devalúa y malinterpreta el film de Chan-wook, transformando un hondo discurso sobre la redención y la culpa en un folletín dramático sazonado con escenas sanguinolentas.
La razón de ser, por tanto, de este nuevo Old Boy no es otra que constituir un mero pretexto para recaudar en taquilla aprovechando el éxito de su referente, sin aportar nada que no se muestre o sugiera en éste.
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