(2) EL MÉDICO, de Philipp Stölzl.

VIAJE AL CONOCIMIENTO
Treinta años después de la publicación de El médico, el bestseller de Noah Gordon que impulsó el boom de la llamada novela histórica, alguien se atreve ¡por fin! a trasladarlo al cine con los atributos propios de gran superproducción que tal proyecto merece, intentando sus responsables europeos rivalizar con las películas de gran presupuesto fabricadas en Hollywood. La razón por la que no es la Meca del Cine quien realiza esta adaptación es porque fue en el viejo continente donde el libro alcanzó el éxito editorial mientras que en Estados Unidos pasó bastante desapercibido.
Me declaro un gran admirador de la obra de Noah Gordon, reconociendo mi asombro por la meticulosa descripción de la época bajomedieval y la magna hazaña de Rob Cole, un joven huérfano inglés que, atormentado por la muerte de su madre por una extraña enfermedad, emprende un larguísimo viaje por el mundo conocido haciéndose pasar por judío para estudiar medicina en la mítica Ispahán al lado de Ibn Sina, el más famoso e importante filósofo y científico persa de la Historia.
Nos encontramos, por tanto, con un gran relato, una historia-río que narra un viaje iniciático, tanto físico como espiritual, al conocimiento. En esencia, hay aventuras, exotismo, romanticismo, choque de culturas y una advertencia contra el fanatismo religioso que resumir en una película de dos horas y media resulta complicado. Y ahí se encuentra una de las grandes deficiencias de El médico: no transmite la magnitud de la obra original. Lo que en la novela es épico aquí resulta insípido; lo que es fruto de meses y años en la película pasa a golpe de elipsis, y procesos de aprendizaje que cuestan mucho esfuerzo el protagonista parece asumirlos con insultante facilidad. Además, el componente romántico está insertado con calzador para satisfacción del público femenino. Y para colmo, Philipp Stölzl es incapaz de insuflar agilidad a un relato que a veces se extravía en lo anecdótico.
Aunque esté rodado en escenarios naturales, El médico intenta imitar la estética de vieja producción histórica de Hollywood, cuyos fondos de escenario recuerdan a los decorados de antaño. No está mal la recreación ambiental, de hecho la primera parte de la película que transcurre en Inglaterra reproduce con mucho detalle la oscuridad y la suciedad imperante de la época. Pero posteriormente, cuando Rob cruza el desierto hasta el corazón de Persia, adquiere un tono distinto, casi kitsch, que remite a la etapa dorada de la industria USA reflejando lo oriental desde el prisma de lo caricaturesco. He echado en falta un tratamiento más realista no sólo de espacios y acciones, sino también de personajes, algunos de los cuales -como el Sha o el distraído compañero de estudios- aportan más comicidad que temor o respeto. Es evidente que no se buscaba rigor en la recreación histórica.
En resumen, El médico me ha entretenido y su extenso metraje apenas me ha disgustado. Ahora bien, en comparación con el placer obtenido con la lectura de su referente literario este film se me antoja un digno pero pálido reflejo que no honra la creación de Noah Gordon.
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