(1) PLAN DE ESCAPE, de Mikael Håfström.

ACCIÓN CREPUSCULAR
A finales de los 80 y principios de los 90, durante la mejor etapa profesional de sus protagonistas, esta película hubiera sido un auténtico bombazo. En pleno auge del género, el encuentro en una misma película de los action man Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger hubiera hecho salivar a cualquier aficionado. Ahora, con el paso de los años y advirtiendo el inevitable envejecimiento de sus rostros y el declive físico de sus músculos, resulta un cariñoso ejercicio de nostalgia que enternece más que impresiona. Definitivamente para ellos, cualquier tiempo pasado fue mejor.
Lo retro está de moda, apreciándose en todos los ámbitos: la música, la ropa, el cómic, la TV, y como no podía ser menos, el cine. De la mano de Stallone y su enérgica reivindicación de las viejas glorias del cine de acción en Los mercenarios (2010) y su secuela, la industria está reclamando su época más desenfadada, apelando a su más próspero sentido del espectáculo, para levantar auténticos homenajes de las estrellas más cotizadas de antaño, a pesar de encontrarse en su fase crepuscular.
Sin duda saben atraer la atención al espectador, especialmente a aquella generación que creció viendo las andanzas de Rocky Balboa y John Rambo, así como las de Conan y Terminator; desplegando discursos repletos de añoranza de juventud perdida y referencias constantes. Prueba de ello es este revival del clásico héroe ochentañero.
Siguiendo su irregular trayectoria ulterior, el director y guionista sueco Mikael Håfström configura un discreto relato de temática carcelaria atiborrado de acción y apuntalado por un endeble guión que exige un sólido pacto de credibilidad. Sólo así puede aceptarse la kafkiana situación en la que se encuentra el protagonista, un especialista en fugas de prisiones que ofrece sus servicios para mejorar los sistemas de seguridad de éstas, cuando se encuentra forzosamente recluido en un centro de internamiento de máxima vigilancia y control, intentando escapar con la colaboración de un misterioso preso que oculta un previsible secreto.
La sucesión de tópicos del cine de fugas carcelarias resulta cansina, y su mejor baza, el espíritu gamberro de aquellos maravillosos años y el choque dialéctico sazonado de humor, no acaba de despegar en ningún momento del metraje. Pesan ya demasiado los años y los abuelos Stallone y Schwarzenegger apenas se entregan en las escenas más movidas. Dicen que los “tipos duros” nunca mueren, pero se hacen muy mayores para ciertas cosas.
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