(1) LLUVIA DE ALBÓNDIGAS 2, de Cody Cameron y Kris Pearn.

EMPACHO GASTRONÓMICO
Entretenida adaptación del libro homónimo de Judi Barrett, Lluvia de albóndigas (2009) me llamó poderosamente la atención por la innovación y la frescura de su planteamiento, una imaginativa historia sobre los desmanes de la ciencia -y la ambición desmedida de la clase política- cuya estilización rompía con la tendencia al hiperrealismo imperante en la animación estadounidense. Y todo ello sin insultar la inteligencia de los niños y teniendo en cuenta, incluso, al público adulto que los acompañaba gracias a un sentido del humor más sofisticado de lo habitual en este tipo de productos en el que no faltaba la ironía y la crítica social.
A tenor del éxito cosechado, Sony Pictures repite la misma fórmula en una segunda entrega de las aventuras del joven científico Flint Lockwoods y sus amigos tras el caos que provoca su máquina que convierte el agua en alimentos. Totalmente desligado de su origen literario, Lluvia de albóndigas 2 empieza poco después de los sucesos narrados en la mencionada película, cuando alentado por su ídolo Chester V, el protagonista explora el mundo de animales-comida que ha creado su invento para apagarlo e impedir de esta forma que éstos conquisten el mundo. Así pues, pronto se aleja de escenarios domésticos para embarcarse en una aventura que parodia los films que recrean mundos perdidos o inexplorados tipo King Kong (1933) y sus remakes o Parque Jurásico (1993) y sus secuelas.
Desgraciadamente, Lluvia de albóndigas 2 pierde el factor sorpresa de su precedente configurando un relato mucho más convencional e infantil que se deja llevar por un exceso de edulcorante que acaba empachando hasta a los adictos a la Saga Candy Crush.
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