(4) BLUE JASMINE, de Woody Allen.

ESPOSA RICA, VIUDA POBRE
Esta nueva entrega del prolífico Woody Allen es, seguramente, una de las mejores películas de su larga carrera como realizador. Sorprende especialmente en ella su interés en contextualizar la trama, fijando las circunstancias en que se desarrolla, con las abundantes estafas financieras y quiebras fraudulentas de los últimos tiempos responsables de una crisis económica ligada con demasiada frecuencia a corruptas prácticas empresariales que pueden convertir a rutilantes millonarios en personas arruinadas que deben soportar no sólo a su naufragio patrimonial sin, además, la vergüenza de tener que ocultarlo a antiguos amigos y conocidos.
Otra gran virtud del film es su sabiduría narrativa, su exquisita depuración de medios expresivos, con la utilización de aquellas imágenes y palabras estrictamente necesarias y con plena correspondencia entre signos y significados. Y, finalmente, una de las claves de su maestría: esa sutil línea que conecta el humor más inteligente con el drama más profundo y que hace de Woody Allen un genio de la moderna tragicomedia cinematográfica estadounidense.
En Blue Jasmine no sólo volvemos a encontrar los habituales enredos sentimentales de sus personajes —la difícil búsqueda de pareja, los problemas de convivencia, la infidelidad, los celos, el acoso sexual, la venganza personal, la función del dinero, las mentiras, etc.—, sino también la obtención de un trabajo satisfactorio como cuestión fundamental y la fragilidad de la salud mental, con frecuentes neurosis que obligan a los afectados a sustituir el costoso psicoanálisis por buenas dosis de pastillas contra depresiones y ansiedades varias.
La protagonista Jasmine, que en realidad se llama Jeannette —una Cate Blanchet excepcional— se ve forzada a trasladarse desde el lujo y el glamour de Nueva York al modesto barrio obrero de su hermana Ginger en San Francisco. El film narra, con un clásico montaje paralelo, su pasado y su presente mediante flash-backs perceptibles temporalmente por el distinto confort y riqueza que muestran los planos correspondientes a una u otra ciudad.
Hay en la película una excelente composición de tipos humanos, destacando sobre todo el de la mencionada Jasmine, perdida y sola en su nueva existencia, una mujer que disfrutó la gloria de los privilegiados y que ahora lucha por sobrevivir sin recursos y evitar hundirse en el abismo. Para ello aparenta ser lo que ya no es y aprovecha cualquier oportunidad, asumiendo la existencia cotidiana como una ficción, como una ilusoria representación teatral. Pero la adaptación a su nuevo estatus le va a resultar casi imposible porque no quiere ver su nueva realidad, que le resulta insoportable. Y el precio a pagar no es otro —en esto me ha recordado a la Blanche Dubois de Tennessee Williams— que la locura.
Magnífica la fotografía de Javier Aguirresarobe y muy sugestiva la música seleccionada para la banda sonora, con fragmentos de jazz primitivo y la famosa melodía Blue Moon, si no me equivoco el de El extraño amor de Martha Ivers (1946), de Lewis Milestone.
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