(2) EL CAMINO DE VUELTA, de Nat Faxon y Jim Rash.

LOS DESAFÍOS DE LA MADUREZ
La pérdida de la inocencia y la asunción de una incipiente madurez de un chico de 14 años durante sus vacaciones estivales es la síntesis de El camino de vuelta, un entrañable relato de iniciación que ejemplifica el llamado cine indie estadounidense, cuya fórmula empezamos a conocer al dedillo: comedia ácida que mezcla drama y humor, tono melancólico con aires nostálgicos, personajes tiernos y divertidos, ciertas dosis de crítica social focalizando el interés en el retrato de familias desestructuradas y la interacción de actores consolidados con jóvenes promesas.
Sin alcanzar el grado de perfeccionamiento de la emblemática Pequeña Miss Sunshine (2006) y a rebufo de otras comedias dramáticas de similar temática como Juno (2007) o Adventureland (2009), El camino de vuelta nos introduce en la solitaria y taciturna existencia de un adolescente looser aquejado de las inseguridades propias de su edad al que le cuesta asumir su nueva situación familiar: su madre divorciada está emparejada con un tipo mujeriego y aficionado a los porros con el que no mantiene buenas relaciones, y con la llegada del verano se trasladan a la playa para pasar unas “idílicas” vacaciones. Pero pronto el joven protagonista encontrará una vía de escape cuando conoce a un extravagante operario de un pequeño parque acuático donde trabajará para sacarse un dinero extra. Gracias al desenfadado ambiente de aquel lugar y el buen rollo que surge con el resto del personal, Duncan logrará ganar confianza para afrontar la delicada situación familiar, enfrentándose a sus miedos y reparando algunas heridas todavía abiertas.
La película, el debut en la dirección de los ganadores del Oscar al mejor guión por Los descendientes (2011), se sostiene gracias a una trama sólidamente construida y a unos personajes que destilan credibilidad a través tanto de sus diálogos como de sus actos, ganándose la empatía del respetado público por un acertado cóctel que salpica con humor un conflicto familiar plasmado con un sentimentalismo comedido, nunca excesivo. No chirrían, por tanto, las escenas más amargas de la historia junto a los gags más ocurrentes. A ello contribuye, sin duda, un elenco de actores que aportan humanidad a sus personajes y logran expresar los matices que enriquecen sus complejas relaciones y sus respectivos mundos interiores.
Es por ello que, sin aportar nada novedoso al séptimo arte ni trascender sus estrechos márgenes argumentales, El camino de vuelta es un pequeño pero valioso film que, sólo o acompañado, se disfruta con simpatía.
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