(1) LOS JUEGOS DEL HAMBRE: EN LLAMAS, de Francis Lawrence.

AIRES DE REBELIÓN
Tras cimentar la figura heroica protagonista, una especie de Diana cazadora surgida en un escenario proletario empobrecido y subyugado, que inspirará y encabezará la revolución en un futuro distópico gobernado por un régimen totalitario en Los Juegos del Hambre (2012), la segunda entrega fílmica de la trilogía escrita por Suzanne Collins retoma la historia de Katniss Everdeen obligada a ser exhibida como trofeo en una gigantesca maniobra de marketing a mayor gloria del status quo, debiendo enfrentarse al dilema de alzarse contra la represión o sucumbir al sometimiento.
Pero lejos de ceñirse a la conocida fórmula atiborrada de acción propia del cine más comercial, Francis Lawrence dedica la mitad del metraje a moldear sus personajes, haciéndoles evolucionar, puliendo sus aristas. Y es aquí, cuando el subtexto aflora en detrimento del típico esquema narrativo hollywoodiense, cuando Los Juegos del Hambre: En llamas ilustra su verdadera naturaleza: un canto a la libertad para los románticos, pero una crítica a los perversos efectos del capitalismo salvaje e inhumano y a las tentaciones despóticas de ambiciosos gobernantes con aspiraciones de perpetuarse en el poder para los aficionados a lecturas más rigurosas.
El contexto en el que se desarrolla la narración alude a ese futuro imperfecto de la literatura de postguerra vigesimonónica liderada por Ray Bradbury, George Orwell y Aldous Huxley que alerta del avance del populismo liberticida: palpitante desigualdad social en la que una minoría acapara la riqueza y una mayoría sufre la miseria, un estado policial que persigue y elimina toda disidencia, unos medios de comunicación que alienan a la población con frívolo divertimento manteniéndola ocupada lo suficiente para no pensar y darse cuenta de sus carencias, etc. Ante esto, la población sometida recibe a la joven protagonista como la esperanza de cambio, inspirando conatos de rebelión.
Sin embargo, llega una segunda parte que narra El Vasallaje, una edición especial de los juegos que cada 25 años enfrenta a los “tributos” ganadores de cada distrito, donde la cinta naufraga al plagiarse en una secuela que es lo mismo que su antecesora pero con mayor presupuesto.
Ni siquiera la presencia de Jennifer Lawrence, ganadora del Oscar a la mejor actriz por su papel en El lado bueno de las cosas (2012) o la de un solvente elenco de actores formado por Donald Sutherland, Philip Seymour Hoffman, Stanley Tucci, Woody Harrelson o Elizabeth Banks consiguen aupar un material aparentemente menor empobrecido además por un triángulo amoroso tan ñoño como forzado y por repetitivas escenas de sesiones de entrenamiento y aburridas ceremonias que alargan innecesariamente el metraje.
La última parte de Los Juegos del Hambre: En llamas, ambientada en un decorado selvático de la Arena donde los “tributos” tratan de sobrevivir juntos ante el acoso mortal del Capitolio, se desarrolla y acaba con cierta atonía, quizá por su condición de mero entreacto. El año que viene veremos la primera parte de la última entrega de esta saga que se limita a cumplir con su cometido de discreto entretenimiento. Y a otra cosa, mariposa.
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