(4) LA VIDA DE ADÈLE, de Abdellatif Kechiche.

UNA INTENSA Y COMPLEJA HISTORIA DE AMOR LÉSBICO
Este quinto largometraje de Abdellatif Kechiche, cineasta de origen tunecino pero nacionalizado francés, nos llega después de haberse estrenado aquí sus interesantes La escurridiza o cómo esquivar el amor (2003) y Cuscús (2007), aunque supera a ambos en calidad y le ha permitido ganar la Palma de Oro en el pasado festival de Cannes, constituyendo sin duda uno de los mejores títulos de este año.
La vida de Adèle es, seguramente, la más profunda y conmovedora historia de amor entre mujeres que servidor ha podido ver en pantalla. Narra la relación amorosa entre Adèle y Emma -las jóvenes actrices Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux-, primero como estudiantes y más tarde como maestra infantil y como pintora -cuadros de estilo Egon Schiele- respectivamente. El relato fílmico abarca varios años y es una libre adaptación de la novela gráfica de Julie Maroh El azul es un color cálido, su desarrollo cronológico es lineal y se estructura mediante una docena de secuencias, cada una de ellas dedicada a la descripción de un lugar o ambiente frecuentado por las protagonistas, configurando en sus tres horas de duración un maravilloso repertorio de matices y de autenticidad a la hora de mostrar la psicología de las amantes.
Las osadas escenas eróticas carecen de tosco mecanicismo propio del porno, tratándose de personas de carne y hueso dotadas de resortes afectivos, y la pasión nos es mostrada con tanto realismo como naturalidad, subrayando la belleza de los cuerpos desnudos desde una perspectiva tan alejada de la militancia homosexual como del prejuicio moralizante. La brillante luminosidad de la fotografía no impide el desarrollo de una relación con sus luces y sus sombras, con momentos de éxtasis pero también de dolor, con una expresión gozosa de la libertad junto al drama de la soledad, con explosiones de alegría y de tristeza, todo ello contado expertamente por un realizador que utiliza especialmente los ojos -las miradas- para la comunicación amorosa y las bocas para el placer, ya sea sexual o gastronómico.
Película admirable y valiente, La vida de Adèle concede una especial relevancia expresiva a los rostros, captados en primeros planos, que no perturban sin embargo el perfecto ritmo con que se desarrollan las escenas. Como Adèle y Emma son dos profesionales de la cultura, Kechiche se encarga de enriquecer el film con abundantes referencias artísticas de evidente alcance simbólico, ya sea la lectura en clase de La vida de Marianne de Marivaux o la proyección en una fiesta como telón de fondo de Lulú (1928), inolvidable film marcado por la inquietante y ambigua sensualidad de Louise Brooks.
Casi todas las grandes historias de amor suelen tener su final pero el realizador ha destacado en esta ocasión la importancia en el desenlace de las diferencias de clase: la modesta procedencia rural de la maestra y la pertenencia a una burguesía ilustrada y liberal de la pintora, cada una de ellas con un proyecto de vida que a la postre resulta incompatible, en una prevalece el trabajo vocacional y en la otra el triunfo social y económico. Y Kechiche ya ha dejado abierta la posibilidad de seguir contando en próximas entregas las nuevas peripecias sentimentales de Adèle. Que lo veamos.
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