(3) GRAVITY, de Alfonso Cuarón.

PERDIDOS EN EL ESPACIO
Siete años le ha costado al cineasta mexicano Alfonso Cuarón sacar adelante su nuevo trabajo tras la destacable Hijos de los Hombres (2006) y, visto el resultado, considero comprensible tal cantidad de tiempo invertido ya que el desafío técnico al que se enfrentaba y el planteamiento estético concebido eran tan ambiciosos y sorprendentes que merecía la pena realizarse pacientemente, sin prisas pero sin pausas. Bajo la premisa de un angustioso relato de supervivencia bajo condiciones extremas, Gravity nos sumerge en el espacio para regalarnos una experiencia cinematográfica única, poética, hermosa y terrible a la vez, narrando cómo una rutinaria misión de mantenimiento del telescopio Hubble se convierte en un infierno del que dos astronautas, una brillante ingeniera recién integrada en la NASA y un experimentado comandante a punto de retirarse, tratan de salir vivos cuando sufren la destrucción de su nave por múltiples impactos de basura espacial, quedando perdidos e indefensos en el vacío e ingrávido cosmos.
Considerada como “la mejor película del espacio que jamás se ha rodado” por James Cameron, uno de los adalides del cine-espectáculo, lo que convierte este film en perdurable en nuestra memoria es la impecable reconstrucción de la actividad humana en el espacio, que no deja atisbo de incongruencia científica a la hora de reflejar cómo se mueven las personas en el espacio a tenor de la ausencia de gravedad en el vacío exterior y la gélida temperatura cósmica; poniendo de manifiesto lo inhóspita y mortalmente peligrosa que resulta cualquier incursión más allá de la atmósfera terrestre. Cuarón logra meternos dentro de los trajes espaciales de los protagonistas, hasta el punto de ver desde el cristal de su casco, oír su respiración y sentir su angustia. La ausencia de sonido tal y como lo oímos en la Tierra; la inercia que nos lleva a un movimiento eterno si no somos capaces de frenar con medios técnicos o la frágil protección del traje espacial que mantiene el cuerpo humano en condiciones aptas para la subsistencia ante un medio letal para cualquier ser vivo son mostrados con una normalidad apabullante. Agorafóbica en las secuencias “exteriores”, claustrofóbica en las “interiores”, siempre asfixiante y agónica, Gravity nos hace compartir la experiencia espacial haciéndonos levitar en el patio de butacas, sensación que queda reforzada gracias a la pericia del director para acrecentar el terror, la tensión, la desesperación o la esperanza de los protagonistas.
La descripción realista de este contexto requería una solución de tremenda complejidad técnica, solventada con sutileza, destreza y elegancia, convirtiendo la odisea espacial de los protagonistas en una auténtica coreografía. Cada plano, especialmente la secuencia inicial, atesora una belleza formal que hace de Gravity una joya visualmente sobresaliente, contribuyendo decisivamente un 3D más justificado que nunca, y que además de funcionar como una forma de aumentar la espectacularidad potencia la sensación de flotar por el espacio.
A pesar de ser una película cuya temática y ambientación requiera un mayor protagonismo de los efectos especiales, se trata de una película profundamente humana en tanto que retrata su capacidad de sobrevivir ante las situaciones más adversas. Y es aquí donde es justo destacar la actuación del reducido equipo artístico; tanto George Clooney como Sandra Bullock se desviven por sus personajes, revelando su insignificancia frente a un vasto e inhóspito espacio exterior. Posiblemente estemos asistiendo al renacer de la actriz estadounidense en su trayectoria profesional: encasillada como actriz de comedia romántica, en Gravity demuestra que es capaz de desprender credibilidad, transmitiendo todo tipo de emociones humanas en un titánico despliegue físico y psicológico.
Cuando afirmaba, al principio de la crítica, que Gravity era una experiencia cinematográfica no lo decía en balde. Tal y como afirmaba el propio realizador al presentarlo en el pasado Festival de Venecia, se trata de un film que “hay que experimentar”. Esta es, sin duda, su principal virtud dejando al margen algunas licencias argumentales añadidas para darle toques de producción hollywoodiense.
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Una crítica estupenda con la que estoy completamente de acuerdo..