(2) GRAND PIANO, de Eugenio Mira.

PÁNICO EN EL ESCENARIO
Cuando el afamado director Rodrigo Cortés y el avezado productor Adrián Guerra, responsables de la destacable Buried (2010), propusieron al alicantino Eugenio Mira dirigir Grand Piano estaban asumiendo un alto riesgo. Es innegable que su escueta filmografía derrocha virtuosismo visual y una inclinación inusual por lo exótico y lo extravagante, pero ni The Birthday (2004) ni Agnosia (2010) recibieron el favor del público y de la crítica especializada, más bien todo lo contrario.
La historia acontece una noche, durante el transcurso de un concierto. Un joven pero virtuoso pianista, aquejado de pánico escénico tras una experiencia traumática, regresa a los escenarios tras años de anonimato, siendo amenazado por un psicópata que promete matarle si falla una simple nota de una compleja partitura. Empieza entonces el angustioso trance para el protagonista, que mientras toca las piezas musicales con aparente profesionalidad trata de evitar que el antagonista cumpla su amenaza.
Viendo el resultado final, la decisión de los productores de esta película ha sido lo suficientemente acertada para entretener al personal pero incapaz de trascender el mero pasatiempo. Quizá sea el guión del estadounidense Damien Chazelle, atiborrado de trampas y vericuetos narrativos, pero Grand Piano es un thriller que se sustenta en un vacuo argumento, depauperado especialmente por la escasa entidad de personajes y la fragilidad de sus motivaciones.
Sin embargo, los manierismos formales del realizador valenciano elevan su categoría a la de un elegante ejercicio de estilo que bebe y honra la figura de Alfred Hitchcock por lo que se refiere al dominio del suspense, revelando el talento necesario para mantener constante el interés o la emoción mediante un complejo montaje que encadena una sucesión de sorpresas y desenlaces imprevisibles. Conviene tener en cuenta que las limitaciones espacio-temporales donde y cuando transcurre la acción acotan los movimientos de cámara, por lo que su tratamiento se me antoja todo un desafío estilístico y narrativo. Y es que Eugenio Mira consigue atrapar al espectador hasta el punto de que su ritmo ascendente y su despliegue visual consiguen hacer pasar por alto detalles que de otra forma podrían resultar molestos.
Lástima que se apueste por una resolución de lo más convencional, afectando de forma notable la valoración final.
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