(2) EL QUINTO PODER, de Bill Condon.

UN HACKER SIN FRONTERAS
Basado en los libros WikiLeaks y Assange, de David Leigh y Luke Harding, y Dentro de WikiLeaks: mi etapa en la web más peligrosa del mundo, del antiguo colaborador de Julian Assange Daniel Berg, El quinto poder retrata la mayor filtración de documentos secretos y cables diplomáticos confidenciales de la Historia, que puso en jaque a la administración estadounidense al revelar los numerosos agravios de su gobierno y los métodos ilegales de actuación de su ejército fuera de sus fronteras, conocido como el Cablegate. Pero la elección de las citadas fuentes literarias, excesivamente sesgadas en contraposición a la imparcialidad y minuciosidad que se requería, ha devaluado el film a la categoría de un oscuro retrato de Assange como un hombre desagradable, egocéntrico e iluminado, generando antipatía gracias a la convincente interpretación de Benedict Cumberbatch.
La manera más inteligente de abordar el caso hubiese sido la de un intenso drama sustentado en el enfrentamiento dialéctico de dos activistas con diferente perspectiva ante el dilema entre la libertad absoluta de información y la seguridad de las fuentes. Porque es eso de lo que se trata, aunque de forma tangencial: el conflicto entre el derecho de la gente a acceder a la verdad sin cortapisas y la necesidad de editar ciertos datos, sin ser necesariamente una manipulación, para proteger la vida de algunas personas inocentes. Sin embargo, Bill Condon se decanta por el thriller y esto condiciona el tono y el enfoque de El quinto poder, sustituyendo la reflexión por la acción, empobreciendo a los personajes secundarios hasta lo irrelevante y difuminando los necesarios matices al reducir la historia a buenos y malos.
Arranca la película con la angustiosa espera en las redacciones de los periódicos más influyentes del mundo antes de lanzar las revelaciones para, a partir de ahí, construir el relato contradictorio de una figura que oscila entre el “genio” mesiánico que busca la verdad a cualquier precio o el ciberdelincuente que ataca al stablishment para alimentar su agigantado e inestable ego, introduciendo un enorme flashback que permite conocer cómo se inició la relación profesional entre Julian Assange y Daniel Berg. Progresivamente se van introduciendo gestos y rasgos negativos del protagonista, quedando claro que él es más villano que héroe.
Y es al final, después de muchas circunvalaciones y redundancias, explicaciones técnicas que nadie había pedido y eslóganes revolucionarios, el film vuelve al momento inicial, la tensa noche de la publicación de los cables de WikiLeaks, para resolverlo de forma rutinaria y convencional. El escándalo que produjo amenazó con un cambio de paradigma mediático, una nueva forma de entender el periodismo y una nueva relación de las personas con el poder. Quizá por la campaña de desprestigio sufrida por Assange o por la poca conciencia social existente las filtraciones no han provocado auténticos transformaciones para el ciudadano, por lo que la resolución aún pendiente del caso WikiLeaks diluye la trascendencia de los hechos narrados y El quinto poder se me antoja una burbuja especulativa sin fundamento.
Sin duda, el recital interpretativo de Benedict Cumberbatch y la participación de Daniel Brühl son las mayores aportaciones de esta película que reduce un complejo caso mediático de alcance internacional a un discreto biopic con el esquematismo inconfundible de un vulgar telefilm.
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